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Líderes en formación de líderes desde 1992

Cuánto se puede aprender en diez minutos. Siguiendo con los comentarios de Randy Paush. Hay una parte que deja mucho al pensamiento. Afirma que para que haya una buena disculpa se requieren tres partes: Lo siento; fue mi culpa; ¿Qué puedo hacer para remediarlo?

En lo personal quisiera ahondar un poco más en la frase que da título a este escrito: ¡Fue mi culpa! Esta parte es importante por que es la que mueve a la acción. Sin embargo ¡qué difícil es admitir que nos equivocamos!

Conozco a una persona que cuando se equivoca es capaz de echarle la culpa hasta a ¡la computadora!. En alguna ocasión, no salvó un archivo y vino a decirme que su computadora se lo había borrado.

Hay que entenderlo, no se puede esperar “todo” de una persona a menos que sea Dios. Nadie espera que no te equivoques, es patrimonio de la humanidad y debes sentirte con el derecho a ejercerlo…sin abusar por supuesto.

“Fue mi culpa” y su pariente “tienes razón” son el resultado de la madurez de una persona. Detrás de ambas están una serie de virtudes humanas que dicen mucho de la persona que usa esas frases. Encuentras sinceridad, al reconocer tu error. Humildad al aceptar esta realidad. Objetividad al ver los hechos y aceptarlos. Honestidad contigo mismo. Integridad al ver el error y actuar en consecuencia y así podríamos seguir.

En familia es muy importante destacar, fomentar y ayudar a los diferentes miembros a que acostumbren aceptar sus errores. Incluyendo a los padres mismos. ¡Que no pierde autoridad un padre o una madre al hacerlo! por el contrario ayudan a acercarse a los hijos al ver a sus progenitores como seres humanos.

Con la pareja, en ocasiones cuesta trabajo aceptar nuestras culpas o el no tener razón. Me acuerdo que una persona que sabe mucho de esto nos decía “En la pareja, el que crea tener razón que sea el primero en pedir disculpas” y sobre todo afirmaba “no riñas enfrente de los hijos”. La primera ocasión que lo oí, me quede pensando y mucho. Si creo tener razón, o si realmente la tengo, por encima de ello está el amor que se le tiene a la pareja.

Aceptar nuestros errores, ayuda siempre a corregirlos; inclusive esa aceptación desarma. Cierta vez descubrí que uno de mis colaboradores había cometido un error, conociéndolo un poco, suponía que no iba a aceptarlo, me armé de argumentos y hechos y esperé a que llegara a la oficina. Al momento de su entrada le llamé y le comenté el error, me dijo, “tienes razón fue mi culpa, me equivoqué” ¡Me desarmó con su aceptación! que implicaba que se estaba exigiendo para crecer en la sinceridad. Todos mis argumentos para demostrarle su error cayeron por sí mismos y nos dedicamos rápidamente a darle solución.

¿Con qué frecuencia te disculpas? ¿Tiendes a justificar tus errores? ¿Tardas en hacerlo?

José Luís Castañeda L.

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