Seguramente al igual que le sucedió al autor, te despertaste hoy primero de enero sabiendo que es el inicio de año y después de un festejo por todo lo alto, te asomaste a la calle y viste un día como cualquier otro, te viste a ti mismo y eras idéntico al que ayer festejaba al compás de las doce campanadas el inicio de un año más.
A lo mejor te diste un poco de tiempo para formular algún propósito y quizá hasta lo escribiste en algún lugar que posiblemente no recuerdes de inmediato.
Algunos escribimos propósitos por costumbre y también por costumbre los olvidamos rápidamente. Sin embargo hoy oí una conversación sobre propósitos que me llamó poderosamente la atención y me gustaría compartir con ustedes: el propósito de aprender a perdonar.
¿Cuántos sentimientos y resentimientos guardas en tu corazón? ¿Cuántas personas tienes incluidas en tus listas de agravios?¿Cuantas pequeñeces has magnificado y las mantienes dentro de tu archivo de rencores? ¿Cuántas de estas cosas son objetivamente malos entendidos o interpretaciones subjetivas de la vida y de las acciones de los demás? ¿A cuántas personas les has dejado de hablar o les has disminuido el trato?
Seguramente que tendremos respuesta para algunas de esas preguntas y lo curioso del asunto es que esas personas que nos «han ofendido» pueden pasar al lado nuestro tan tranquilas y en paz, sin saber siquiera que son «personas marcadas por el ofensómetro de nuestra susceptibilidad». Juan, por ejemplo, le guarda resentimiento a Laura porque no le entregó un reporte que necesitaba para una junta y pensó que lo querían boicotear. Laura, que no conoce las profundidades del resentimiento de Juan, pasa y lo saluda con amabilidad diariamente pues sabe que desde su punto de vista el reporte llegó a tiempo. Juan siente coraje cada vez que lo saluda y tiene que tomarse un te para el dolor de hígado. ¿Quién pierde?
¡Es objetivamente ridículo el sentirse ofendidos! ¿Pero es que no habrá cosas que objetivamente no sean perdonables? Habrá seguramente cosas que nuestra falta de humildad agrande y habrá cosas también que nos hagan a propósito para hacernos sentir mal, entonces surge el aclararlas el decir los sentimientos que estamos experimentando con sencillez, pero decirlos, que no quede de nuestra parte. Habrá también cosas que nuestra imaginación nos descubra, entonces un análisis a fondo ayudará a superarlo.
Perdonar viene de dos palabras latinas per y donare que pueden significar libremente «volverse a dar»: volver a dar la confianza que aparentemente se perdió, volver a dar el cariño y trato a la persona que aparentemente nos ofendió, volverse a dar en el matrimonio a pesar de las insignificancias del roce diario. Volverse a dar con esos hijos que no están todavía maduros y que aparentemente nos han ofendido.
Volverse a dar significa quitarle obstáculos a nuestro corazón para que siga creciendo en el amor y que no se empequeñezca con insignificancias.
Comenzar el año, libre de cargas emocionales que solamente requieren de una actitud más comprensiva hacia los demás, es un verdadero y gran comienzo. Recuerda como afirma un autor, «más te ha perdonado Dios a ti».
José Luis Castañeda Lerma