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Líderes en formación de líderes desde 1992

En cierta ocasión una persona me hacía un comentario un tanto peculiar: figúrate que a mi mujer le gusta mucho recibir visitas y lo hace con frecuencia, a mí en lo personal me afecta porque después de cuatro personas me da por engentarme y normalmente el número de personas que asisten a este tipo de reuniones superan mi límite.

Le pedí que me explicara el término engentarse y me dijo que era una sensación de ausencia aun estando presente, como de falta de fijación y un poco de dispersión durante la reunión.

Después de un rato donde seguía explicando sus sentimientos que el llamaba engentamiento, se le dijo que se pusiera un objetivo en cada reunión. Le llamó la atención lo del objetivo y preguntó cual sería un buen objetivo.

Se le pidió que ninguna de las personas que acudían a sus reuniones estuviera sin beber algo. Esto es que estuviera al pendiente de que sus invitados tuvieran algo que beber en toda ocasión. Respondió que eso que se le pedía era muy sencillo y que a lo mejor era necesario ponerse algún otro objetivo un poco más complicado. Se le dijo que comenzara con eso y que luego fuera poniéndose otros. Y así se quedó.

Pasó el tiempo y al autor se lo había olvidado esta conversación.

Cierto día nos topamos en un centro comercial y se me acercó muy contento a saludarme y me dijo, después de las preguntas de rutina de un encuentro, que eso de hacerle al bartender le había surtido efecto.

Confieso que no recordaba de que me estaba hablando y se lo hice notar, el me recordó lo de su engentamiento y lo que se le había recomendado.

Me decía que se había puesto el objetivo que se le había recomendado y que las cosas estaban saliendo muy bien, de hecho el engentarse no había vuelto a ocurrir.

Le expliqué que el engentamiento se debía a que se la pasaba pensando en él, que conforme llegaban las personas, el comenzaba a analizar sus sentimientos personales y que esto lo hacía reflexionar en que se sentía mal. Que al preocuparse por los demás lo que estaba haciendo era salirse de sí mismo y esto lo hacía olvidarse necesariamente de sus circunloquios y pesimismos.

Se quedó muy sorprendido y me dijo algo que no se me puede quitar de la mente desde entonces: ¿Quiere decir que el servir es una virtud que genera alegría?

Jamás hasta entonces había pensado que fruto del servicio es la alegría y si se profundiza un poco, nos podemos dar cuenta que así es.

El servir está mal visto

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