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Líderes en formación de líderes desde 1992

 

 

Es posible que sea uno de los sentimientos que menos frecuentemente  experimentamos. Y curiosamente es uno de los que tenemos con más frecuencia  al alcance.

Esta satisfacción está vinculada con la perseverancia y constancia. Si nos pusiéramos a escribir la lista de cosas y propósitos que hemos comenzado y que no hemos terminado, obtendríamos nuestro índice de perseverancia y seguramente sería bajo.

Cuantas dietas, cuantos libros, cuantas situaciones del propio trabajo, cuántos deseos de mejora, cuantas actitudes negativas que queremos erradicar etc. aparecerían en esa lista de aspectos sin terminar. Pero también aparecerían, con menos frecuencia, esos momentos en que nos esforzamos hasta terminar algún detalle del trabajo y la satisfacción de haberlos terminado.

Es probable que algunas ocasiones nos sintamos desmotivados y esperemos que algo de fuera venga a motivarnos. La motivación en el trabajo desaparece, en ocasiones,  porque hemos perdido la satisfacción del deber cumplido.

Ese trabajo rutinario, dejar cada cosa en su sitio, soportar a ese «pesado» que trabaja al lado nuestro, terminar ese libro que está a medias, no explotar cuando nos sacan de nuestras casillas, oír las «necedades» del pequeño de nuestros hijos, buscar los detalles que le gustan a nuestra pareja, acomodar la silla y objetos que usamos,  leer esos papeles y no permitir que se acumulen en nuestro escritorio,  cumplir con los compromisos contraídos,  terminar el curso que comenzamos, son las pequeñeces que están a nuestro alcance y que menospreciamos por su aparente insignificancia. Pero resulta que estas nimiedades son de las que está hecha la vida aún incluso las grandes vidas. Son en estas insignificancias aparentes donde se esconde el deber da cada minuto y la satisfacción que encierra su cumplimiento.

Es en estas aparentes cosas prosaicas donde se forja la voluntad, donde se fortalece y entrena nuestro ánimo para las cosas que  puedan requerir más esfuerzo. Es donde se esconden las pequeñas alegrías que hacen a nuestros días felices, por la satisfacción que encierra su cumplimiento.

Es donde se encierra aquel «porque fuiste fiel en lo poco, te entregare lo mucho». Es la perseverancia hecha vida.

El deber cumplido, lo que hay que hacer se hace. Posiblemente en el momento del cumplimiento del deber se rebelen nuestros sentidos porque han encontrado otro tipo de satisfactores, pero nuestra inteligencia, nuestra fortaleza y perseverancia nos hacen que se termine aquello empezado y se superen las aparentes dificultades dando paso a ese sentimiento tan merecido que se tiene cuando se cumple con el deber. Es el cansancio alegre.

¿Por qué no experimentarlo? ¡Es gratis!

                                                           José Luís Castañeda Lerma

 

 

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