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Líderes en formación de líderes desde 1992

En ocasiones, nuestros amigos en Facebook, nos bombardean con cantidad de cosas simpáticas y a veces con algunas inútiles. También, algunos, suelen poner cosas muy formativas.

Mi ahijado Diego, puso recientemente un post con el título con el que comienza este artículo.

El resumen es el siguiente: un joven poco antes de casarse, sufre los miedos e inquietudes propias de quien quiere tomarse en serio un paso tan trascendental. Consulta con su padre que le comenta lo siguiente:

“Hijo, eres realmente egoísta. Te la voy a poner fácil: el matrimonio no es para ti. No te casas para hacerte feliz, te casas para hacer a otra persona feliz. Más que eso, tu matrimonio no es para ti, es para una familia, para tus futuros hijos. Para que influyas en ellos, para que los ayudes a crecer. El matrimonio no es para ti, no sobre ti. El matrimonio es para la persona con la que te vas a casar”.

Me acordé de cómo algunas personas se asombran, cuando en nuestros cursos comentamos que el amor es una virtud y que justamente por serlo, se tiene que desarrollar como todas las otras virtudes. Comentamos que amar es darle al otro lo que le conviene al otro, basados en Aristóteles y E. Fromm.

Lo anterior, convierte al amor en acción, en renuncia, en afirmación de la persona que se ama. Cuando el amor se busca en que me satisfagan en aquello que deseo, que también es válido hasta ciertos límites, se pude llegar a convertir a la persona que se haga en objeto, en satisfactor, en producto.

Darle al ser amado lo que le conviene, implica conocimiento de la persona que se ama. Implica también conocimiento de la realidad, esto es objetividad, para saber qué es lo que le conviene a esa persona que se dice amar.

Es ese amor egoísta que está presente en la actualidad, que nos lleva a pensar exclusivamente en pasárnosla bien sin tomar en cuenta a quien se dice amar.

Es ese amor egoísta que al darse cuenta que cuando a quien se ama, comienza a envejecer, dirige su mirada hacia otros objetivos.

El amor como virtud, nos lleva a actuar, a conocer al ser amado, a buscar afirmarlo. Nos conduce a dimensionar los roces, las rencillas. Nos lleva a darnos cuenta que la mayor parte de los problemas que surgen con aquéllos que amamos, realmente son nimiedades, producto de un orgullo herido. Producto al fin, de un egoísmo bien asentado.

El cultivo del amor, hace que éste se riegue, se pode lo podable, se arregle lo arreglable y esto es a base de estar al pendiente del ser que se ama. Si se está al cuidado exclusivamente de lo que me pasa a mí, el amor entre dos se convierte en egoísmo acompañado.

Y como dice Enrique Rojas: “la vida está en los detalles menudos que facilitan y alegran la convivencia”. Detalles como la cortesía, agradar a la pareja con los alimentos que más le gustan, cuidar los detalles del vestir a la hora de salir, estar al pendiente de las necesidades del otro, trato adecuado a la familia política, orden en la casa, respeto por los ratos de independencia tan necesarios, etc. Esta lista se podría ir ampliando con lo que cada pareja puede descubrir.

 

José Luis Castañeda Lerma

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