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Líderes en formación de líderes desde 1992

Una frase que hace sentir poder. Una frase amenazadora de detener cualquier cosa. Una frase que determina en ocasiones falta de confianza. Una frase que puede ir contra la rentabilidad misma de la empresa. Una frase de uso común en los mandos medios.

Una frase que en ocasiones denota falta de humildad en la persona que la dice.

¿Cuántos proyectos se han detenido en su empresa porque alguien no se sintió consultado? Cuando esto sucede, la pregunta normal es cuestionarse si la persona está más interesada en su poder que en el beneficio de la empresa.

Cuando se usa esta frase, lleva en si misma un sentido de contradicción: Si esperas consulta es que el que hace las cosas tiene poder para hacerlas, no es que requiera permiso, requiere consulta.

Ante esta frase el “yo” de quien la hace sale a flote. Cursos de empowerment van y vienen y la gente se sigue preocupando porque la consulten. ¿No se supone que parte de este dar poder es para que las soluciones se tomen en el lugar donde ocurren los problemas?

En última instancia, si las cosas salen mal, ¡que bueno que no te consultaron!, el problema es que se usa normalmente cuando las cosas salen bien y las medallas se adjudican a quien se debe.

Hace poco acompañé a un consultor ajeno a mi empresa a hacer una propuesta –en la que podría ayudarle- a una empresa. Tres personas de esa compañía nos estaban esperando. La presentación fue del agrado de ellos, se marcaron fechas para comenzar. Se hizo todo lo que se tenía que hacer por parte del consultor y de la empresa, hasta que … todo se tuvo que repetir porque el gerente de recursos humanos “no había sido consultado”. Nueva junta, mismas preguntas, idénticas respuestas. El gerente de recursos humanos haciendo sentir su poder y la importancia de consultarle.

Se llegó al mismo acuerdo que ya estaba tomado, solo que todo se tuvo que posponer porque esta ocasión el “no me consultaste” tuvo visos de detener todo. ¿Fue rentable este desplante? Por supuesto que no, solamente calculando las horas hombre de la segunda e innecesaria junta, lleva a pensar que hubo un gasto intangible e innecesario.

La lealtad a la empresa, que debe vivirse por todos y principalmente por los ejecutivos, implica que cualquier finalidad queda supeditada a la rentabilidad de la empresa. Incluyendo el ego. La lealtad lleva a defender cualquier gasto innecesario que se pueda dar en la empresa –incluso las juntas mal planeadas-.

La humildad, que no es apocamiento, lleva al reconocimiento de las propias limitaciones así como de los propios aciertos. Es bueno reconocer entonces, que cualquier logro que se de en la empresa es un logro común… ¡aunque no te consulten!

José Luis Castañeda Lerma

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