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Líderes en formación de líderes desde 1992

Te lo encuentras en todas las empresas; son personas que al igual que el chapulín van brincando de una actividad a otra y que si te descuidas terminan por involucrarte.

Suelen ser personas dinámicas con un motor “a cien” en la cabeza, pero que desafortunadamente tienen en contra que son desordenados, mental o físicamente.

Si ocupan puestos de dirección y te toca lidiar con uno de ellos, tus niveles de estrés se disparan continuamente a lo largo del día.

“Oye –te dicen- hay que terminar los cuadros de presentación para hoy”. Te preparas mentalmente para hacerlo, pero sin tomar un respiro te pregunta de sopetón. “¿Tienes los boletos para el viaje de mañana?”. Quizá no alcanzas a responder cuando rápidamente te involucra en otra idea “y si analizamos, ya que estamos enfrente de tu computadora, los resultados del mes pasado…"

No alcanzas a pescarlo, él o ella ya ha brincado de una idea a otra. Tu planeación diaria, que te esforzarte en hacer desde que llegaste, se va al cesto de la basura, ¡No te sirve, ante este salto de ideas!

Tu eficacia se reduce y tu tiempo comienza a presionarte de una manera inusual. La adrenalina, como en montaña rusa de parque temático, sube y baja de manera impresionante.

Cuando crees que lo tienes todo, vuelve a saltar con otras tres ideas que se le acaban de ocurrir y que son tan importantes como las que te dijo hace ¡diez minutos!

Son rompe esquemas, tus prioridades son poco importantes, aunque él te haya dicho el día anterior que eran urgentes.

Te interrumpe constantemente para ver tus avances y para decirte que ya se le ha ocurrido algo nuevo o para que dejes de hacer lo que te pidió hace un rato.

Si te descuidas caerás en su desorden, manejará tu agenda y prioridades y te encontrarás al final del día con muchas cosas a medias.

¿Qué hacer?

Si en lo personal te identificas con este síndrome, tu problema es que eres un desordenado, sin más. Tomas muy poco en consideración la eficacia y el tiempo de los demás. Te hace falta planear tu día para que puedas delegar con mayor eficacia.

Como tienes muchas ideas que te van saltando a lo largo del día, usa una agenda electrónica, un cuaderno de notas o lo que quieras para que vayas anotando todo lo que surge. En tu planeación diaria toma todas las notas que apuntaste y te darás cuenta que se pueden ir agrupando las ideas. Es cuestión de irte acostumbrando. Lo más importante es que respetes el tiempo de los otros.

Ahora bien, si el “chapulín” es tu jefe, necesitarás mucho asertividad, si es que quieres llegar al final del día con tareas terminadas. No dudes en preguntar -cuando el jefe comienza a dictar tareas- que es lo que quiere en primer lugar, lo prioritario. Como ya se metió a manejar, de una manera u otra, tu agenda del día, pídele que te ayude a diferenciar lo trivial y lo vital de lo que te pide.

Habrá algún socarrón, que te diga que “todo es prioritario”, habrá que recordarle que, como dice el viejo refrán: “cuando todo es prioritario, es que nada tiene importancia”.

 

 

José Luis Castañeda Lerma

 

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