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Líderes en formación de líderes desde 1992

Me preguntaba uno de ustedes en un mail reciente, si yo había sentido, en lo personal, días en los que la rutina empolva todo lo que se hace. En los que no aparece algo nuevo que ilusione sobre el horizonte.

Me atrevo a decir que si mi respuesta fuera negativa, me hubiera alejado de lo que llamamos seres humanos.

La rutina tiene mucho que ver con la falta de claridad o desenfoque de las metas personales u objetivos. Solamente hay energía y claridad cuando se sabe perfectamente lo que se quiere. Es normal  y útil que se tengan metas a largo plazo y que en el camino hacia conseguirlas den la impresión de que se desvanecen.

La aventura tiene mucho de emocionante en sus comienzos, pero cuando surge la necesidad de la constancia para lograr aquello en lo que nos ilusionamos al comienzo, el mismo esfuerzo que se requiere, parece desanimarnos. Por ejemplo, si el trabajo se ha vuelto rutinario, esto puede significar que haya una cantidad de cosas repetitivas por hacer y que cansan o enfadan un poco, sin embargo esas cosas que se repiten y hacen son medios para una finalidad personal y de empresa que deben realizarse. Se convierten para nosotros en un deber que exige constancia.

En el matrimonio, otro ejemplo, a veces encontramos lo mismos problemas, la misma pareja con sus mismas necesidades y demandas. Los chicos con sus mismos problemas por resolver. Sí de acuerdo, pero ¿con qué fin nos casamos? Obviamente que la respuesta no se encuentra en el corto plazo, es necesario un ejercicio de imaginación para volver a ilusionarnos  y recomenzar con nuevos bríos, quizá sin tanto pensar en nosotros, porque es agobiante y volcarnos más en servicio de los demás.

Retoma importancia el término “recomenzar” “re-ilusionarse”, saber que la verdadera motivación para una persona madura radica en motivos de trascendencia. Que a lo mejor hay que ir dejando la vida un poco a jirones sin darnos importancia personal en exceso.

Ese hacer de cada día, es asimilable a sembrar, un poco rutinario, pero si se piensa en la cosecha anima, reconforta. Posiblemente algunas semillas no fructificarán, pero no desilusiona al pensar en lo que se obtendrá.

Suele confundirse con el cansancio y con el estado de ánimo. En estos casos hay que reconocerlos y poner los medios para descansar o manejar de una manera positiva los propios estados de ánimo.

En última instancia recordar que la madurez nos lleva a hacer las cosas que se tienen que hacer aunque parezca que no tienen sentido. Habría que preguntarse cuando surge la desilusión, qué era aquello que nos tenía ilusionados. Al re-encontrarlo, surgirá necesariamente el recomienzo.

 

 

                                                           José Luís Castañeda Lerma

 

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