Tu vida actual es el resultado de las decisiones que has tomado
Gerente, con tendencia a la zona de comodidad, defensor de su puesto a costa de lo que sea. Estabilidad en los ingresos. Se siente un tanto solitario a sus treinta y ocho años. Un divorcio, sus hijos, a los que adora, pasan los fines de semana con él. No ve posibilidades de crecimiento en su empresa. Siente el peso de tener la edad que tiene, sobre todo porque en el medio, después de los treinta y cinco es difícil que se contrate.
Se le pide que analice las elecciones trascendentales que ha hecho en su vida, sin justificarse, solamente planteando los hechos. Las siguientes son sus respuestas.
Por supuesto, que después de analizar estos cinco puntos, podemos darnos cuenta que la manera de llevar su vida actual es el resultado de lo que ha venido decidiendo en su pasado. Toda acción implica reacción, tarde o temprano.
Las decisiones, por la importancia de su trascendencia, no pueden dejarse al azar.
Un diseño funcional pero mal pensado en sus implicaciones, puede tener trascendencia en mucha gente. Una decisión financiera mal tomada, puede llevar al cierre de una empresa. Decisiones aparentemente insignificantes pueden acarrear resultados funestos.
Decidir requiere de pensar y de técnicas que permitan evaluar el impacto de lo decidido. Dejar los resultados al resultado de un volado implica pobreza de alternativas y ligereza en el obrar.
Calidad de las decisiones
Cuando se habla de calidad, implícitamente se viene a la memoria la palabra clientes. Luego, decidir con calidad requiere pensar a favor de los clientes. En las decisiones de la vida personal están involucrados nuestros seres cercanos y queridos; por lo que es necesario pensar en satisfacerlos con lo que se decide. En las decisiones de la empresa está la empresa misma como cliente, por lo que las decisiones, necesariamente y para que sean de calidad deben estar enfocadas en la rentabilidad.
Pensar en el impacto que puede tener una decisión en los clientes, obliga a pensar un poco más, a buscar técnicas que permitan evaluar aquello que se va a decidir.
No se puede apoyar en la intuición que da el oficio, se puede y se tiende a la subjetividad, a lo cómodo.
Lo bueno de todo es que cada día se nos abre un espacio para la construcción del futuro, para el aprendizaje de métodos y sobre todo para darse tiempo para pensar que lo erróneo tiene la opción de corregirse. Si no se conoce ninguna herramienta para la toma de decisiones, por lo menos se tiene la de saber pedir consejo, claro que ésta implica decidir el ser un poco más humildes.
José Luis Castañeda Lerma
Estamos de acuerdo que el objetivo de todas nuestras acciones, mientras permanezcamos en una empresa, es la búsqueda de la rentabilidad: Cualquier finalidad, -productividad, calidad, gastos- deben estar informados por este fin: ser rentables
Hay gastos tangibles como las mermas, la falta de productividad, la nómina, etc. En las que vemos palpablemente en función de este fin. Hay, por otro lado, algunos gastos intangibles que van en contra de la rentabilidad y que pasan inadvertidas para algunos de nosotros.
A lo largo de este año en nuestros cursos hemos preguntado si las actitudes que tienen algunos de los directivos afectan o no la rentabilidad. En esta encuesta velada, han surgido algunas actitudes directivas que de alguna manera intangible tienen efecto en la rentabilidad, a continuación damos algunas:
• Prepotencia: la real academia define este término como abuso de poder o hacer alarde de el. Cuando se abusa del poder que nos da la empresa, lo que se puede conseguir son reacciones de rebeldía de parte de quien la sufre, como baja de la productividad o del rendimiento. Debemos entender que a toda acción corresponde una reacción, al abuso del poder le corresponde una resistencia, que normalmente se ve reflejada en los resultados.
La persona prepotente, al no tener argumentos convincentes, trata de manipular las situaciones a su antojo, ya sea por medio de amenazas o por un uso del poder de manera injusta.
• Dogmatismo: recordemos que este término se le aplica a personas que se aferran a sus opiniones o puntos de vista y que los defienden aprovechando el poder que les da la empresa. Son personas que les cuesta el trabajo en equipo, que se cierran a la realidad y que tratan de imponer sus percepciones. Difícilmente ceden ante las opiniones de sus colaboradores. Esto tiene como reacción la impotencia de parte de quien tiene un jefe dogmático.
El dogmatismo es una actitud que va en contra de la dignidad de la persona, cerrándole su capacidad de razonamiento. La impotencia afecta cualquier tipo de rendimiento y por ende la rentabilidad.
• Doblez y engaño: ambas actitudes afectan la autoridad de quien las utiliza, puesto que van directamente en contra de la integridad del jefe. La reacción es la baja de credibilidad de quien las utiliza y afectan gravemente su liderazgo. La persona a quien se engaña, al dejar de creer, tiende a la desconfianza y esto lleva a la indiferencia hacia las órdenes de quien manda. La indiferencia en el personal –no ponerse la camiseta- es una de las actitudes menos rentables, originada en el engaño o doblez del directivo, aunque éste creerá que siempre es culpa del equipo.
• Justicia: la falta de justicia aparece en todas las respuestas. La justicia quiere decir darle a cada quien lo que le corresponde. Contrariamente, en ocasiones pensamos que esta consiste en darle a todo mundo parejo, que curiosamente es lo más injusto. Cuándo el incremento de salario es el mismo para todos ¿no sientes un poco de coraje de que no tomen en cuenta tus aportaciones o tus extra millas? El arte de saber dar a cada uno lo que le corresponde implica que en momentos se tendrán que enfrentar una confrontación con personas que creerán que merecen otra cosa. Será el momento de ser objetivos y explicar que cada persona es diferente y que por ende el rendimiento, que es lo que se premia, debe ser igualmente distinto. El resentimiento que provoca la injusticia, es acumulable y termina, más tarde o más temprano por aparecer.
El propósito de este artículo no es juzgar a los jefes, sino que su intención es que nos detengamos a pensar un poco, en lo personal, la manera en que vivimos estas actitudes cada uno de nosotros.
Cualquier baja en la rentabilidad, se le suele achacar a cantidad de cosas, como falta de aplicación en procedimientos o problemas de índole material, pocas veces, en cambio, se lo atribuimos a actitudes en las personas que dirigen. Eso es una merma intangible.
José Luís Castañeda Lerma
Actitudes que los jefes detestan de sus empleados (2ª. Parte)
¿Qué se debe guardar lealtad al jefe? ¡Por supuesto que sí!
A lo que me refiero es a esa persona que normalmente, sobre todo cuando se está en grupo, tiende a adular, a mover la cabeza continuamente en señal de aprobación a todo lo que el jefe dice.
Esa persona que cuando alguno disiente con el jefe, toma la palabra para defenderlo o para tratar de suavizar lo que se dice: “lo que mi jefe quiere decir es que…”, “Mi jefe no pretende...”
Los jefes con un poco de sentido común, terminan por sospechar de ellas, más aún cuando tienden a adularlo: “que buena junta jefe..”, “lo que pasa es que va más adelante que todos y no lo entienden…”
“que bonita corbata trae hoy” etc.
Se sienten, sin serlo, la eminencia gris de sus departamentos, y no se dan cuenta que se les toma muy poco en serio.
4.Sentirse
No hay cosa más improductiva que consolar personas que se sienten por todo. Personas con las que se tiene que cuidar las palabras que se tienen que usar, para que no se sientan ofendidos.
En el fragor de un día de presión, suelen darse muchos roces entre personas; normalmente son involuntarios.
Cuando hay fortaleza interior, se sabe sobrellevar algunas faltas de cortesía. No se hace de esto una tormenta, no se puede trabajar productivamente con personas que con una debilidad sentimental creen que el mundo está contra ellos y su jefe también.
No quiero fomentar la rudeza del jefe a los empleados, pero si se llegar a dar, tampoco es para que la propia rentabilidad se venga abajo.
Si hay ofensa objetiva, tener la valentía de aclararlo con el jefe en su momento oportuno.
Es muy difícil trabajar con personas susceptibles
]]>Actitudes que los jefes detestan de sus empleados
Frecuentemente en estas lecturas breves, hemos escrito sobre lo que debe ser un buen jefe y lo que se debe evitar en sus actitudes. Algunos de nuestros lectores suelen renviar este tipo de boletines a sus superiores.
En mi experiencia y con conversaciones con algunos buenos gerentes, también hay una serie de actitudes que se agradecen cuando se encuentran en los empleados.
A continuación y sin ser exhaustivos ponemos algunas actitudes que todo buen empleado debe evitar, para que su jefe pueda ejercer mejor su trabajo.
Normalmente una escusa, lleva de por medio una intención de defenderse sobre algo que se debió hacer y que no se logró, posiblemente por falta de atención o responsabilidad.
Es un hábito que molesta bastante a cualquier jefe.
"No tuve listo el informe, porque mi bebé me mancho la ropa al salir de casa y tuve que regresar a cambiarme"
Nadie duda de lo que estás afirmando, pero en la mente del jefe quedaría de la siguiente forma: "no es mi culpa, mi bebé me quita toda responsabilidad". Sin embargo a los ojos del jefe, no estuvo el informe.
Hay que saber diferenciar entre una explicación y una excusa. Esta última se usa normalmente para evitar ser culpado; la primera brinda claridad sobre la confusión. Cuando se dan demasiados detalles en una excusa, en el fondo lo que se pretende es confundir y esconder la parte de responsabilidad que te toca.
Puedes salir, aparentemente, de un atolladero, pero tarde o temprano tu credibilidad irá disminuyendo.
Si quejarse resolviera problemas, éstos ya no existirían. Normalmente refleja un poco o un mucho de falta de fortaleza interior y además puede inyectar algo de pesimismo para las personas alrededor.
Los jefes ya saben, que el trabajo puede ser tedioso en más de una ocasión. Saben que los empleados se cansan. Conocen, porque lo sienten, los rigores del clima.
Entonces, ¿por qué decir que te aburres? ¿qué estás cansado? ¿O que hace calor, o que no dormiste, o lo que sea que suene en tono de queja?.
Habría que preguntarse, que es lo que resuelve una queja en el trabajo, además de malestar a quienes lo oyen.
El mismo tono de voz que se utiliza al quejarse, hace que hasta de recordarlo se comience a producir cierto fastidio en los demás. ¡Es hartante!
Lo sabes bien, oír quejas cansa y mucho. Se fuerte y ¡aguántate!
No esperes que el jefe te diga lo que hay que hacer, el noventa por ciento de tus actividades las conoces bien.
A pocos jefes les gusta tener que estar diciendo con frecuencia que es lo que tienes que hacer. O como debes hacerlo. Para algunos es pérdida de tiempo, un tanto cansado y lo peor de todo es que, al actuar de esta manera, haces que se pierda confianza en tus habilidades
Hay ocasiones en que el ritmo de trabajo baja un poco, no esperes que te digan como aprovechar esos ratos tan escasos. Los jefes aprecian mucho el darse cuenta de que sabes aprovechar el tiempo
Por otro lado, debes tener cuidado de demostrar iniciativa en exceso. Espero que recuerdes que hay un refrán que dice: “cuídate de los tontos con iniciativa”.
No quiere decir que hay que quitar el hombro o no decir que puedes hacer más, es en concreto no aventurarte a hacer aquello que no sabes, poner detalles innecesarios o hacer tareas que no se requieren.
Recuerda que la buena política de una empresa es no saltarse jerarquías, cuando en ocasiones vas más allá de tu deber, puedes pisar a alguno… y a lo mejor lo haces con tu jefe.
Continuará…
José Luis Castañeda Lerma
• Necesidad de parecer perfecto: lo enfurecen las críticas o las rechaza, aunque sean reales, culpa a otros de sus fracasos, no puede admitir errores ni debilidades personales
• Preocupación por las apariencias: Necesita quedar bien a cualquier costo, se preocupa exageradamente por su imagen pública; ansía los tributos materiales del prestigio.
• Insaciable necesidad de que se le reconozcan sus méritos: Es adicto a la gloria, toma el crédito de los esfuerzos de los demás y culpa a otros de sus errores; sacrifica la posibilidad de seguir adelante con un objetivo por salir a la búsqueda de una nueva victoria
• Sed de poder: Usa el poder en su propio interés, no para la organización; impulsa sus propios intereses, sin tener en cuenta otras perspectivas; es explotador.
• Abuso de otros: Presiona demasiado a los demás, hasta agotarlos; maneja a los demás como inferiores y asume en vez de delegar; impresiona como áspero o implacable e insensible al daño emocional que causa a otros.
• Implacable en el esfuerzo: Trabaja compulsivamente a expensas de todo lo demás, abusa de sus fuerzas; es vulnerable al agotamiento.
• Metas no realistas: Fija objetivos demasiado ambicioso e inalcanzables para el grupo o la organización; no es realista en cuanto a lo que se requiere para realizar el trabajo
• Ambición ciega: Tiene que ganar o «tener razón» a toda costa; compite en vez de cooperar; exagera su propio valor y contribución; es jactancioso y arrogante; ve a los demás como aliados o enemigos en términos de blanco y negro.
José Luís Castañeda Lerma
]]>José Luis Castañeda Lerma
]]>Lo has oído ciento de veces. Cuando surgen los problemas está ahí. Hay quienes piensan que es algo que se puede materializar. Es una respuesta típica que supuestamente resuelve todo… o casi.
“Es falta de comunicación” así sin más. Como si se pudiera ir a alguna tienda y decir: Me falta buena comunicación, ¿me puede vender un poco? O bien: “El problema es de comunicación” “¡Oh sí y ¿a quien le toca resolverlo?”
Los especialistas en el tema nos dicen que básicamente debe haber un emisor y un receptor, quedémonos con esto para el análisis.
Emisor: el que emite (ideas, palabras, órdenes etc.) ¿Te has puesto a pensar que cuando emitimos cualquier cosas lo hacemos con todo nuestro ser? ¿Que en ocasiones no es tan importante lo que se dice, sino la manera de emitirlo (cuerpo, tono de voz etc.)? ¿Qué hay otras veces que nuestra imagen (cuerpo) dice más que mil palabras? Y quizá lo más común: ¡todos queremos realizar la función de emisor!
Usamos frases como: ¡yo ya dije! ¡Deja explicarme! ¡Solo tu quieres hablar! ¡Déjame terminar! ¡Es que no me entiendes!
Normalmente los papás y los jefes tomamos la función de emisor la mayoría de las veces. Afirman que las mujeres lo toman con más frecuencia que los hombres.
Pero, ¿si no hay receptor o algo que haga sus veces? se convierte en soliloquio o monólogo ¡así que chiste! Normalmente se requiere un receptor.
El receptor recibe, valga la redundancia. Y una de las cualidades fundamentales cuando se juega este rol es la escucha activa. Si no se sabe escuchar se pierde la capacidad de comunicar. En esto estriba el verdadero problema de la comunicación, ¡nos cuesta escuchar! ¡Nos fascina ser el que habla!
La Comunicación Efectiva sucede solamente cuando el mensaje queda claro, cuando realmente lo que se quiere decir se hace común. Esto es: cuando se da en los dos sentidos.
Dentro de las habilidades de liderazgo la comunicación es una de las más exigidas. Es verdad que muchos problemas surgen cuando la comunicación no alcanza su objetivo, en algunos momentos son más graves que en otros. Matrimonios que rompen debido a esto. Productividad que no se consigue por malos entendidos; desperdicios en la empresa por ordenes mal dadas. ¡En fin!
¡Lo bueno de todo es que esta habilidad se puede aprender! pero lo primero que debemos reconocer es que tenemos fallas en esta y que solemos culpar a los demás de nuestra propia carencia de saber comunicarnos.
¿Comunico las cosas en los momentos oportunos y en todo adecuado? ¿Suelen ser mis mensajes poco concretos , confusos o contradictorios? ¿Escucho los argumentos de los demás o los interpreto según mi propio punto de vista? ¿Tengo la sensibilidad suficiente para interpretar los problemas de los demás? ¿Suelo estar pensando en otras cosas cuando habla mi interlocutor?
José Luis Castañeda Lerma
]]>Cuando surge una contrariedad, aparecen al mismo tiempo dos factores: el problema mismo y los sentimientos que nos produce.
El problema en sí mismo, puede que no sea tan agobiante como lo es aquello que nos hace sentir.
Pongo un par de ejemplos:
Tu jefe te llama para preguntar por unos resultados que no le cuadran. Tú aceptas, al revisarlos, que están mal. El te dice que pongas más profesionalismo en tu trabajo.
El sentimiento que surge ante el comentario que te hacen, puede ser de vergüenza, de enojo, Y la imaginación comienza a hacer de las suyas y te preguntarás ¿por qué me dice que hay que ser más profesional? Si es la primera vez que me sucede esto. ¿Quién lo habrá hecho enojar?
Luego llegarán las justificaciones internas: ¿por qué no me felicita cuando hago las cosas bien? ¿Querrá tomar esto como excusa para despedirme? Y la imaginación y los sentimientos que van surgiendo comenzarán a entrelazarse y crecer como bola de nieve.
El asunto es que el problema se resolverá haciendo los ajustes necesarios y ya. Sin embargo lo que se siente va creciendo y nos olvidamos ¡del problema!
Otro ejemplo
Tu pareja al estarse vistiendo, descubre que la raya del pantalón está chueca y te dice: “Cariño, el pantalón está mal planchado. No se si recuerdas que te dije que hoy tenía una presentación muy importante”. Contestas de inmediato: “Siempre sales con lo mismo, pues llévaselo a tu mamá, si no te gusta como lo hago”.
En este caso el problema se ha personalizado, surge el sentimiento de enojo, de frustración, de orgullo herido y lo peor de todo el generalizar las cosas: “siempre sales con lo mismo” cuando posiblemente es la primera vez que te lo dicen. El asunto es que tu pareja se va con el pantalón mal planchado.
Dimensionar el problema, quiere decir centrarlo, verlo objetivamente y detener a la imaginación y sentimientos que normalmente agrandan las cosas.
Factores que hacen que el problema se sobre dimensione:
Sentir, es muy propio de los seres humanos, desafortunadamente y por falta de empatía, solamente tomamos en cuenta los sentimientos propios.
José Luis Castañeda Lerma
]]>1. El tiempo es el vehículo en el que transcurre la vida y está íntimamente ligado a esta. Por lo que perder el tiempo es en cierta forma perder la vida
2. Solo cuando se tienen bien definidas las metas a corto, mediano y largo plazo, tiene significado el aprovechamiento del tiempo
3. El aprovechamiento del tiempo no es técnica es convencimiento
4. El tiempo es imperceptible y elástico, quizá por eso no sentimos tanto su paso
5. Cuando se tiene una verdadera meta definida, planear el cómo conseguirla toma una importancia enorme
6. Nunca se planea para fallar, se falla justamente por no planear
7. El tratar de lograr una meta específica le da importancia a la jerarquización, es importante lo que me acerca a ella y es poco importante lo que no.
8. Vale la pena analizar cuales son mis pocos vitales y mis muchos triviales y dedicarle lo mejor de nuestro tiempo a lo primero
9. La virtud del orden –adecuación de los medios a los fines- se relaciona íntimamente con el aprovechamiento adecuado del tiempo. Debe existir orden en las ideas, en los afectos y en las cosas materiales.
10. Aprender a dejar libre de distractores nuestro lugar de trabajo
11. Aprender a vivir el hoy y ahora, que no quiere decir que no se vea el futuro, sino sabiendo que el futuro se construye en hoy se debe poner los cinco sentidos en el ahora.
12. Valorar el tiempo de los demás. La puntualidad es un desorden en sí misma y normalmente refleja un manejo inadecuado del tiempo o por lo menos un concepto pobre del mismo
13. Saber ser roñosos con nuestro tiempo, que la gente sepa que se está ocupado, pero disponible para cualquier cosa que contribuya a conseguir las metas comunes.
14. Hacer espacios para nuestro crecimiento interior, intervalos dedicados a analizar nuestra actuación y para sacar propósitos para nuestra mejora.
15. Cuando se está hablando con otra persona, se debe aprender a poner todos los sentidos en su atención. Ayuda a una mejor comprensión y a entender más fácilmente lo que necesita la otra persona.
José Luis Castañeda Lerma