En tiempos de incertidumbre económica, cambios drásticos en el comercio o alteraciones en el entorno operativo —como pueden ser los efectos de nuevos aranceles— muchas empresas reaccionan con recortes, congelamientos y decisiones apresuradas. Es entendible: el instinto de supervivencia se activa. Sin embargo, en momentos así, vale la pena detenerse y hacerse una pregunta crucial:
¿Estamos cuidando a quienes pueden sostener el barco?
Las crisis —económicas, sociales o internas— tienen una cualidad implacable: sacan a la luz lo mejor y lo peor de las organizaciones. Y en esa sacudida, hay personas que se revelan como verdaderos pilares. No siempre son los que tienen los cargos más altos, pero sí los que tienen el carácter, la iniciativa y la resiliencia necesarias para marcar la diferencia.
Cuando se avecina una tormenta, lo más sensato no es debilitar la estructura interna despidiendo a quienes tienen potencial, sino fortalecerlos. No se trata de gastar más, sino de invertir con inteligencia, de mirar al equipo con lupa y preguntarse: ¿Quiénes pueden sostener el rumbo, motivar a otros, pensar con claridad y liderar en medio del oleaje?
Estos “líderes silenciosos” muchas veces no han sido preparados para la adversidad. Han mostrado compromiso, pero nunca se les ha dado herramientas específicas para manejar el cambio, contener emocionalmente a sus equipos o tomar decisiones estratégicas en contextos difíciles. Allí está la gran oportunidad.
¿Qué podemos hacer como líderes o empresarios?
- Identificar a los fuertes. No solo por su puesto, sino por su actitud, su capacidad de escucha, su claridad de pensamiento.
- Formarlos para el cambio. Ofrecerles capacitación práctica en manejo emocional, toma de decisiones en crisis, comunicación efectiva y adaptación estratégica.
- Darles visión. Explicarles el porqué de las decisiones, compartirles la estrategia general, involucrarlos en la solución.
- Acompañarlos. No basta con un taller; un seguimiento, una mentoría, una conversación a tiempo pueden marcar la diferencia.
- Cuidar el ánimo del equipo. La motivación no siempre requiere dinero. Reconocimiento, claridad, sentido del propósito y apoyo emocional son formas poderosas de sostener a la gente en momentos de presión.
Aun en medio de recortes o ajustes, lo más peligroso es dejar ir o descuidar a quienes podrían ser el ancla del equipo. No se trata de promesas vacías ni de optimismo ingenuo. Se trata de una estrategia firme y serena: preparar a los mejores para que ayuden a otros a atravesar la tormenta.
La historia empresarial está llena de organizaciones que, al invertir en su gente en los peores momentos, salieron fortalecidas, con equipos más maduros, leales y preparados. También está llena de otras que, al recortar sin criterio, perdieron no solo talento, sino confianza, clima laboral y reputación.
Por eso, hoy más que nunca, vale repetirlo con convicción:
Cuando la tormenta se acerca, no se despide a los mejores. Se les prepara. Se les escucha. Se les fortalece. Y con ellos, se navega hacia un nuevo horizonte.
“Invertir en las personas clave es una estrategia de futuro, no un gasto innecesario.”