Un amigo de la familia, Andrés, en una charla amenísima de café, me comentaba, un tanto en serio, un tanto en broma que se había despertado cierta noche de enero pasado, a las tres de la mañana.
Había sentido golpes en su costado y esto lo había hecho abandonar el sueño. El origen de tan peculiar despertar era su hijo más pequeño, que ante el frío de la noche invernal, había ido a refugiarse a un lugar más caliente. Los pequeños –sabemos bien- no tienen idea de ningún tipo de urbanidad al dormir, y se acomodaba sin pensar en las molestias que podrían ocasionarle a su padre.
En fin, se despertó y no pudo conciliar nuevamente el sueño. En la luz que el poste de la calle echaba por su ventana, pudo contemplar detenidamente la cara de su hijo en santa paz, y también la de su mujer.
En esos ratos que el silencio y la oscuridad le brindaban, repentinamente se puso a pensar: ¿Cómo es que he venido a llegar a esto?, Esto, se refería a encontrarse en la cama con su esposa y su hijo. Jamás, ni en sus ratos de copas de soltería había imaginado una situación como la que estaba viviendo.
Había pensado que tener un hijo era bueno, pero ¿tres?. ¡Qué estoy casado y con hijos!, exclamo para sí, ahora me cae el veinte, ¡que rápido han pasado diez años!. Recordó que nunca en sus pláticas con su novia, ahora su mujer, habían pensado en hijos e incomodidades al despertar. El futuro se estaba haciendo presente y no era como el se lo había imaginado, si es que se había imaginado algo antes.
¡Silvestre!, sí, fue la primera palabra para definir lo que estaba viviendo. Su familia había crecido a lo silvestre, al día, a lo que saliera. Se preguntó si el amor por su esposa se estaba fortaleciendo y la respuesta fue que se estaba metiendo peligrosamente la rutina, los hijos estaban en buena escuela, ¡comenzaban a hablar un inglés con una perfecta pronunciación!, pero ¿era eso lo único que habría que darles? Por supuesto que los quería y sentía que cuando dormían se enternecía más.
Pensó en varios detalles de su relación con Carmen, en su trabajo y el tiempo que le quedaba para ejercer de padre de familia. El resultado no le gustó, o por lo menos no se había planeado así, en realidad nunca se habían hecho planes a largo plazo para la familia.
¿Estaría a tiempo para hacerlos? Se levantó y se fue a su estudio para esbozar dichos planes, tomo la pluma y cuando iba a escribir, se detuvo y pensó ¡los planes para la familia no pueden ser exclusivamente míos!.
Seguramente al ir leyendo esta conversación, hay algunas semejanzas con tu vida, ¿cuánta gente conocemos que su vida y familia crecen un tanto a lo silvestre?, ¿Qué es lo que le debe dar rumbo a la relación conyugal y familiar? ¿Qué finalidad tiene el mismo matrimonio?¿Qué pensar de matrimonios que, cada vez más frecuentemente, se están rompiendo?
Son preguntas que dan rumbo cuando la respuesta es la acertada. Quizá tú como yo también nos preguntemos ¿se puede aún hacer algo por esto que estamos viviendo? Y si eres soltero con intención de formar una familia, ¿tienes idea de lo que quieres de esa relación?
En una conferencia -que se impartió en nuestras instalaciones sobre el éxito- se decía que no es unidireccional sino que tiene variantes y una de estas es la familia. En el ejercicio que se hizo descubrimos que la familia, a pesar de que es importante, no siempre se le da la categoría que debe de tener y esto genera desportilladuras en la lucha por el éxito.
Hay gente que prefiere crecimientos a lo silvestre…y mira que lo consiguen.
Queremos invitarte a compartir con nosotros el seminario de “Hacer Familia”, trataremos entre todos a darle una mejor respuesta a las interrogantes planteadas y algunas más, para evitar crecimiento a lo silvestre.
José Luis Castañeda Lerma
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