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Líderes en formación de líderes desde 1992

Dice un viejo refrán que “en esta vida todo tiene solución, menos la muerte”. Se oye con cierto sentido  de antigüedad, y debe ser, los refranes son tan antiguos como la vida misma.

Pero al igual que todos los refranes que oímos, tiene un dejo de sabiduría profunda. Se suele aplicar, cuando vemos alguna persona preocupada, estresada por los acontecimientos de cada día. Todos hemos experimentado situaciones en las que parecía que nos hundíamos y un poco de tiempo después, repasándolas, viéndolas con cierta perspectiva, nos suelen dar risa y asombro al preguntarnos ¿y por eso andaba tan estresado?

Lo más interesante es darnos cuenta que hay situaciones un tanto recurrentes, que, terminan por preocuparnos o verdaderamente angustiarnos. Cada cabeza es un mundo y los estímulos que nos preocupan tienen que ver con cada uno, aunque en ocasiones se nos parezcan.

La magnanimidad, que es grandeza y elevación de ánimo, es un hábito del que carecemos muchos y que quizá por eso en ocasiones andamos tan decaídos o desanimados. Cuando se tiene, aún los problemas más singulares y grandes, se ven en su justa dimensión: algo que nos saca de nuestra comodidad.

Hay personas que tienen un “animo chiquito” y como consecuencia, casi todo los sobrepasa, todo son angustias y ansiedades: que si me hablaron en mal tono; que me siento un poco enfermo; que si me quieren o no; que si se me acumula el trabajo; que si no llego a final de quincena o semana; que si fulano no me escucha;  etc.

En ocasiones nos sentimos el centro de todo, y requerimos trato diferente; somos odiosamente demandantes; angustiantemente quisquillosos; no nos damos cuenta o no aceptamos que no somos, objetivamente hablando, el centro alrededor del que giran los demás.

La magnanimidad no cura las incomodidades de la jornada, las hace llevaderas porque induce al optimismo y verlas en su verdadera dimensión.

El magnánimo se sabe responsable de sí mismo y entiende que no todos lo son. Comprende que los problemas se pueden resolver o no, y en este último caso, deja de ocuparse de ellos. En el primero busca solución.

El magnánimo sabe muy bien en que debe enfocarse y lo hace, sacudiéndose las malas vibras o sentimientos ajenos que le puedan impedir lograr lo que se propone, pasa de pequeñeces y con alegría va por lo que le corresponde hacer.

Si te estresa el clima, el humor de esa persona, que hablen mal de ti, una ligera enfermedad, que no hayas podido dormir, que la comida estuvo mala, en fin… tantas otras menudencias; habría que decir que a tu magnanimidad le hace falta crecer y mucho y que tu estrés lo originas tú al darle tanta importancia a cosas que realmente no la tienen.

De hecho, en esta vida, son pocas las cosas a las que les debemos dar importancia.

Termino con una cita de Francisco de Sales que viene muy a cuento: «Pararse en las pequeñeces del puesto, de la cortesía y del cumplimiento no es de almas grandes que tienen otras cosas en que pensar, sino de gente desocupada»

No permitas que nadie ni nada amargue tu día, que es solamente tuyo.

 

José Luis Castañeda Lerma

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