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Líderes en formación de líderes desde 1992

Jaime se sentía presionado y bastante por la “tarea” que le habían encargado de dirección para la junta del jueves. Había tanto que hacer que ponerse a estudiar y pensar le parecía un poco fuera de lugar. Le inquietaba el por qué le habían encargado a él esa exposición. Cualquier gerente la podría haber hecho mejor. ¿Acaso lo irían a remover?, no definitivamente no, daba resultados, no los óptimos pero resultados al fin.

Tomo unas hoja de papel y se sentó en la mesa del comedor de su casa a preparar el tema de “Cómo hacer para inspirar a nuestros empleados a realizar mejor su trabajo”. No sabía por dónde empezar. Lo primero que se cuestionó fue si él mismo estaba motivado para hacer su trabajo, después de pensarlo un rato se dio cuenta que había una serie de cosas que le molestaban entre ellas la actitud del gerente general cuando obtenía los resultados que le marcaban. En las juntas de gerentes lo único que le decían cuando obtenía las metas que le pedían era “haz hecho lo que tenías que hacer, sigue haciéndolo igual”.

Se acordó que en su área esa frase se había puesto de moda cuando alguien hacía algo extraordinario, sin embargo el mismo sentía que algo faltaba.

Él sabía que si su jefe le diera las gracias por el trabajo bien hecho, se sentiría mejor motivado.

Recordaba como Alfredo su asistente le decía: «jefe usted tiene manos de control de calidad siempre nos cacha cuando estamos haciendo algo mal». ¡Y era verdad!, continuamente sorprendía a su quipo cuando alguno estaba haciendo las cosas incorrectamente. El mismo Alfredo alguna vez le recordó: «Debería cacharnos cuando hacemos las cosas bien». Y a pesar de que se daba cuenta cuando su gente hacía algo extraordinario, no hacía ningún tipo de comentarios puesto que desde su punto de vista como el de su jefe «estaban haciendo lo que deberían hacer».

Recordaba también cuando Pedro el subgerente se había presentado para renunciar. Al enterarse de que Pedro se quería ir se sintió nervioso pues él se apoyaba mucho en lo que éste hacía y lo hacía muy bien. Cuando le preguntó las  razones  de su salida, Pedro le dijo: - lo que pasa es que llevo más de un año en la empresa y no sé si estoy haciendo las cosas bien o no y ni siquiera sé si me van a correr o que va a pasar conmigo-

Alfredo se quedó sorprendido del comentario de Pedro y le contestó espontáneamente – si estuvieras haciendo las cosas mal ya te habría corrido, a veces me preocupa que te saltes los procedimientos pero eso no ha impedido de que hagas bien tu trabajo- reconsidera tu decisión y verás que te ira bien. Pedro decidió quedarse y Alfredo lo que pensó para sí fue que la sinceridad lo arreglaba todo y que era mejor ser directo.

Recordaba también el día que tuvo que despedir a Yoli, Alfredo había notado de tres meses a esa fecha que el rendimiento de esta chica había bajado considerablemente. Yolanda le preguntó el día que la despidieron las razones de su salida. Le dijo que si se había dado cuenta de su rendimiento que iba bajando, no la había llamado para que se corrigiera, que si no se había dado cuenta de la cantidad de personal que se le había ido. Que aquello era muy injusto. Que de hecho ella lo había buscado en varias ocasiones, pero que él siempre le decía que «luego lo vemos, luego lo vemos, de momento no tengo tiempo». Alfredo recordaba esa plática como algo desagradable incluso le dijo que uno mismo, si era maduro, debería de darse cuenta cuando las cosas no las estaba haciendo bien. Fue firme y Yolanda tuvo que marcharse.

Recordando esto último se justificó para sí mismo diciéndose que él era un hombre duro y justo, al que no se le pasaba ningún error que cometiera alguno de sus empleados. En su empresa tenían una serie de procedimientos y estos había que seguirlos al pie de la letra. En más de una ocasión le habían salido con ideas nuevas a las cuales el desechaba rápidamente afirmando que para había procedimientos que respetar. Estaba seguro que lo habían aprendido porque últimamente ya nadie se le acercaba con ideas o sugerencias nuevas.

En una ocasión, recordaba, sus empleados ganaron el torneo interno de base ball, al día siguiente le vinieron a enseñar el trofeo, su comentario fue «que bien, pero si no nos ponemos a trabajar, ese trofeo no sirve de nada». Uno de ellos le comentó « eso de los cubetazos de agua fría le sale muy bien». No le preocupó.

En cierta ocasión alcanzó a escuchar desde su baño la conversación de dos empleados, uno le decía al otro: «no te esfuerces en hacer las cosas más rápido, si acabas, lo único que van a hacer es darte más chamba y si no terminas el jefe al final del día te va a ayudar». Salió tan pronto como pudo del baño para ver quién era el que daba el consejo pero no logró ver a nadie.

Llevaba más de cuarenta minutos en estas cavilaciones cuando se dio cuenta que no había escrito nada. Tomó su bolígrafo y escribió escuetamente:

«La motivación es algo tan personal que poco podemos hacer por nuestros empleados si ellos no se motivan a sí mismos»

Pensó para sí: corto pero sustancioso, creo que es la verdad y que hay que recordarla de vez en cuando.

José Luis Castañeda Lerma

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