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Líderes en formación de líderes desde 1992

La reactividad se deriva de la palabra reaccionar. Se reacciona ante cosas que no se pudieron anticipar, se reacciona normalmente cuando se está viendo hacia el pasado. Su antónimo es la palabra Proactividad que consiste en hacer que las cosas sucedan, es ver hacia el futuro. Si bien, tanto la Proactividad como la Reactividad son formas de actuar personales, también pueden aplicarse a las empresas.
 

Una empresa reactiva está contemplando siempre lo que se ha hecho en el pasado, con poca visión de futuro y arrastrando en esta forma de dirigir a los propios colaboradores, se genera una alta resistencia a los cambios.

 

La planeación en este tipo de empresas se basa más en la justificación que en la búsqueda por parte de los líderes de un buen propósito. Esto trae como consecuencia el que todo el personal tome la justificación como una forma de vida. La planeación se enfoca hacia el futuro y cuando se enfoca hacia el pasado, como se hace en este tipo de empresas, entonces se requiere saber por qué no suceden las cosas en lugar de ver que se hace para que sucedan.

Los gerentes en este tipo de organizaciones se dedican a buscar culpables de las cosas que no salen y pretenden hacer cambios por medio de castigos.

La falta de un objetivo compartido origina que la empresa comience a fragmentarse. Los gerentes justifican su gestión en una continua búsqueda de problemas y sus respectivos culpables y también se dedican a manejar un papeleo exorbitante que les permita defender su puesto y su estatus.

La organización se mueve dentro de un marco de terror. Puesto que el resolver problemas parece traducirse en encontrar culpables, se tiene a todo mundo viviendo en un régimen un tanto paranoico.

La comunicación se cierra, las ideas nuevas no se ventilan, las malas noticias dejan de decirse precisamente por ese miedo que se origina por la búsqueda de culpables. 

El tipo de liderazgo, si es que se le puede llamar así, consiste de alguna manera en una especie de entrenador de obediencia. Se busca como colaboradores a obedientes hacedores de tareas más que personas con iniciativa que pudieran sacar de la modorra que termina por producir una empresa reactiva. Se puede afirmar que los empujones y las patadas son uno de los estilos preferidos de mando.

En este tipo de empresas se entiende perfectamente la «lucha por la supervivencia» como distintivo de su accionar.

Formar equipos resulta inconcebible, porque no se tiene definida claramente una razón para hacerlo.

La resistencia al cambio resulta obvia, lo desconocido es una invitación a los problemas.

Vivir en una organización reactiva es estresante. Se vive con cautela y se evita el tomar riesgos porque de tomarlos y fallar se convierte al que lo hace en carne de cañón y en el culpable favorito.

Parece difícil que haya empresas que sobrevivan al ser reactivas, pero lo hacen porque producen, al mínimo pero lo hacen. Es fácil encontrar empresas de este tipo, desafortunadamente abundan. El temor se advierte desde que se entra en ellas. Sin embargo son empresas que al largo plazo y ante el cambio, que es un hecho, terminan por no sobrevivir.

José Luis Castañeda

 

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