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Líderes en formación de líderes desde 1992

Zenón y el Armando, el vicepresidente de la empresa estaban sentados bebiendo un café desde el comedor de su planta. La cafetería se encontraba en una especie de colina separada de la planta donde se podía ver el total del inmueble.

-La remodelación ha quedado estupenda, creo que ahora es más funcional. Comentó Zenón.

- Y con la restructuración de los métodos y procedimientos que haremos tendremos la mejor sucursal de la compañía.

- Yo agradezco lo que hace el corporativo por esta sucursal, pero creo que se olvidan de algo fundamental…

- Las personas ¿es lo que ibas a decir? Preguntó Armando.

- Efectivamente. Mientras no logremos hacer que se descubra la importancia de formarlos, desde la cabeza, o sea yo, y en cascada todos los demás, de poco servirá tener infraestructura y procedimientos adecuados. Por eso el proyecto de formación que te envié y que aún no apruebas.

- ¡Es caro, muy caro! Pero ya te he aprobado los curso técnicos para tus ingenieros y gerentes, así las cosas, marcharán mejor.

- Lo que requiero de parte de ellos es, más lealtad, compromiso, adaptación a los cambios, pero sobre todo mas atención al personal de cada área. Perdóname si te digo que cuando se descompone una máquina, computadora o deja de funcionar cualquier herramienta, inmediatamente actuamos para resolverlo. Cuando una persona baja su rendimiento, nos sorprendemos, pero no hacemos nada.

Zenón se tomó un respiro y añadió

- Pensamos que son módulos funcionales intercambiables, que si dejan de funcionar se pone otro y ya está, ¡con lo que nos cuesta la rotación! Si vemos la empresa un día de descanso, pues si se ve bonita, pero la empresa realmente son sus personas.

- Tienes razón. ¿Cómo haces tú para que tus gerentes no roten? Tienes el índice de permanencia, de ese nivel, más alto ¡de toda la compañía!

- Les he hecho notar por todos los medios que son sus colaboradores quienes hacen bueno o malo su departamento. Estoy al pendiente de ellos y ellos intentan hacer lo mismo con su gente. Les he demostrado que un procedimiento o una técnica es tan bueno como quienes lo llevan a la práctica. Y algo más.

- Me interesa saber ese “algo más” comentó Armando

- Es una especie de reglas personales que me he impuesto. ¿Te las digo?

Con gran interés Armando asintió.

-Son las siguientes: Zenón desdobló un papel que traía en uno de sus bolsillos y comenzó

1. Son personas y como tales son totalmente diferentes una de otra, lo que funciona con uno, no necesariamente funciona con todos.

2. Nadie hace bien algo que no entiende, es importante razonar lo que se les pide y estar abiertos a sus comentarios. El “porque lo digo yo que soy tu jefe” no es razonar es imponer.

3. La afabilidad se debe concretar en lo siguiente: Saludar, por favor, gracias, despedirse; si pregunto cómo estás, esperar la respuesta e interactuar de ser necesario.

4. Si me comentan algo personal, procurar darle seguimiento, preguntar avances o retrocesos.

5. No esperar que el personal nuevo se integre, debemos integrarlo nosotros los que ya estamos.

6. Definirles o recordarles lo que considero un trabajo bien hecho. No suponer que lo saben.

7. Tener una política de “mente abierta” más que de puerta abierta. Pensar, valorar y comentar cualquier sugerencia que me hagan llegar.

8. Requerimos empleados leales. Esto implica un vínculo que se debe reforzar entre mis colaboradores y la empresa, y ésta última la represento yo.

9. Cuando las cosas salen mal, aunque no sea el responsable directo, preguntarme con honestidad “que pude haber hecho mal yo”.

10. Servir, para mí, será estar al pendiente de lo que necesiten mis colaboradores para que hagan un trabajo eficaz. No esperar a que me lo digan, tratar de detectarlo por mí mismo.

11. Retroalimentar y que me retroalimenten en sesiones “uno a uno” breves por lo menos una vez al mes

Armando, después de escucharlo y hacer algunas preguntas, le dijo ¿Podrías regalarme una copia? Y después de un breve momento añadió sonriendo: ¡por favor!

 

José Luis Castañeda Lerma