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Algunos autores consideran que la percepción es contraria a la objetividad. Algunos otros van más lejos y utilizan este concepto para definir que la objetividad no puede existir.

La percepción es individual. Los sentidos ayudan a percibir o advertir los objetos externos que están a nuestro alrededor. Los sentidos ayudan a aprender, «nada hay en la inteligencia que no haya pasado por los sentidos». Por esta razón en ocasiones nos equivocamos.

Si vemos a un individuo, lo sentidos nos afirman lo que estamos viendo. A lo mejor uno de los que observan le encuentra parecido (memoria) a alguien que lo asaltó o que le hizo daño en alguna ocasión, esto lo llevará a mirarlo con cierta desconfianza y a tomar actitudes defensivas. A otra persona quizá le recuerde a alguien de quien estuvo enamorado y su actitud hacia el o ella será de serenidad, de acercamiento etc. Posiblemente a una tercera persona no le recuerde nada y su actitud será abierta, dispuesta a conocerla o a que le sea indiferente. En los tres casos se ve a la misma persona y la percepción es muy diferente. Sin embargo ninguno de los tres puede afirmar con exactitud nada que no sea lo que está viendo sensiblemente. De hacerlo de otra manera sería estar contando lo que se percibe únicamente.

Ninguno podría afirmar que conoce a la persona interiormente a menos que ella misma se de a conocer.

De acuerdo, cada quien ha percibido su punto de vista y se forma una opinión sobre lo que está viendo, pero esta pluralidad de percepciones no me da un conocimiento pleno de la persona que veo. La persona que veo es más rica o más pobre interiormente de lo que mis ojos pueda mirar.

Siguiendo con el símil de la persona que se está observando, ella afirma que es bombero, inmediatamente se tiene un conocimiento más profundo de ella. Posiblemente alguno dirá «pero a mi me parecía que eras policía» si la persona que afirma lo anterior se mantiene en su actitud queriéndolo tratar como policía sería un contrasentido.

La percepción es individual, como los cinco sentidos lo son y como lo es también lo que se conoce como sentidos internos: memoria e imaginación. Pero lo que percibo no necesariamente es lo que hace que una cosa o persona sea lo que a mi me parece. Las cosas y las personas son lo que son independientemente de lo que yo quiera percibir de ellas.

Cualquiera de nosotros saltaría de su asiento si alguien nos dice que nos percibe como ladrones. Pero es muy probable que a simple vista alguien pueda percibirnos de esa manera.

La percepción no es la realidad.

No se puede exigir que todos perciban lo mismo, dijimos que eso era individual, pero si se puede pedir que se profundice en lo que se percibe y eso nos acerca al objeto, nos hace, como habíamos dicho ya, objetivos.

Efectivamente «el mapa no es el territorio», como se afirma. El mapa me da una aproximación de la realidad pero la postura personal, si se pretende no quedarse en puras percepciones, será profundizar en el conocimiento de lo que veo, del terreno real.

Impacto de la objetividad en lo personal

La percepción que tenemos de nosotros mismos, nos hace que si falta la objetividad, nos conceptuemos o valoremos como algo superior a lo que realmente somos. Nos vemos físicamente mucho mejor de lo que ve el espejo. Interiormente nos ponemos una serie de cualidades que nuestro actuar contradice. Por ejemplo en ocasiones nos consideramos ecuánimes y nuestro actuar es explosivo. O bien nos consideramos pacientes y la forma de accionar es lo contrario. Si alguien nos lo advierte nos molestamos y al no revisar lo que nos dicen de nuestra forma de actuar, nos restamos la oportunidad de cambiar.

El aparentar es algo muy natural, pero cuando el ser humano se acostumbra a ese aparentar se convierte en hábito y se llega a confundir la apariencia con la realidad, se pierde autenticidad.

La aplicación de la objetividad en lo personal, requiere de oídos atentos y examen profundo y valeroso. Cierta persona decía que si querías conocer a alguien le preguntaras a las personas que viven cerca de el.

El examen nos permite ir analizando en primer lugar nuestras actitudes y después se profundiza o se busca la raíz de esas formas de actuar. Los oídos bien abiertos porque es necesario, aunque no determinante, escuchar la forma en que se perciben nuestras acciones por las personas cercanas a nosotros y llevarlas a ese examen, si no es verdad lo que perciben a no preocuparse, pero si lo es, ahí hay un punto de lucha.

Solo el conocimiento objetivo de nosotros mismos nos puede llevar a aceptar los cambios, por eso se dice que la verdad es humildad. Si encuentro defectos se aceptan y se tratan de corregir y si se encuentran virtudes se aceptan también y se tratan de reforzar. Negar cualquiera de las dos cosas, defectos y virtudes, implica falta de objetividad.

José Luis Castañeda Lerma