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La Real Academia Española de la lengua define autonomía como “condición de quien, para ciertas cosas, no depende de nadie” aplicándolo a una persona consistiría en aquel que toma las decisiones y acciones que le tocan resolver.

Zona de autonomía es esa “zona donde una persona se maneja responsablemente”. Es como la meta de una buena delegación o de lo que novedosamente se da a conocer como empoderamiento.

Preparar la autonomía laboral en una empresa se convierte en el sueño o pesadilla de quienes hacen cabeza. Sueño, porque para algunos lo ideal es que cada quien tome las decisiones que le son propias en su área de trabajo. Pesadilla, para aquellos que quieren tener todo dominado y que impiden la movilidad de sus colaboradores.

Me baso en un ejemplo familiar para extenderme a lo profesional. La finalidad de la educación de los hijos es formarlos para la libertad. Enseñarles horizontes éticos, para que una vez que “vuelen” tengan los principios básicos para comenzar su vida autónoma. Esto requiere consejos y enseñarles lo que es la vida respetando su individualidad. Cada vida es diferente.

Hay padres que se convierten en pesadilla para sus hijos, tratando de intervenir en todo lo que hacen, aún cuando ya sean independientes. Por supuesto que estos padres sufren, porque ven que sus hijos no hacen las cosas como ellos lo determinan. Hay otros, que los dejan libres y que solo intervienen si los hijos lo requieren, orientando y respetando su libertad.

Pasando a la empresa, una de las finalidades o funciones de todo jefe –no nos cansaremos de repetirlo- es brindarle a sus empleados todo lo necesario para que realicen bien su trabajo. En este “todo lo necesario” implica enseñarles formalmente sus labores y decirles explícitamente lo que se espera de ellos.

Conforme se va enseñando y ellos aprendiendo, paulatinamente se les va dejando cierta libertad para que realicen lo que les es propio. Con cierto seguimiento, que irá disminuyendo conforme se va observando la eficacia de su aprendizaje. Si los resultados son buenos, no solamente se les dejarán las tareas normales, sino que poco a poco se podrá ir apoyándose en ellos para que realicen otro tipo de cosas. En este caso se dice que la zona de autonomía se va ampliando.

Si una persona no aprende ni resuelve sus problemas, difícilmente se le puede dejar autónomo. En este caso lo primero que se pregunta quien hace cabeza es, si se pusieron todos los medios para que la persona aprendiera. Es muy probable que en este caso su zona de autonomía se tenga que reducir. En ocasiones extremas, será conveniente prescindir de quien no se sabe manejar de forma autónoma.

¿Cómo construir la zona de autonomía?

Habrá que quitarse de la cabeza el que hay gente que nació para ser autónoma y otra para ser dependiente, aunque la realidad parezca demostrarlo. La construcción de la zona de autonomía tiene mucho que ver con quienes hacen cabeza. Es necesario que cuando entra un nuevo empleado se le diga que se espera de él; qué es tener éxito en la empresa; ponerle atención para descubrir su potencial; y estar al pendiente de su aprendizaje en las tareas que le son propias.

Se tendrá que tener un canal de comunicación bien abierto para analizar la calidad de sus opiniones e irlo dejando autónomo poco a poco. Medir su capacidad de decisión. Dar nuevas responsabilidades y si las saca adelante, se podrá decir que su zona de autonomía comienza a crecer. La inversión de tiempo es mínima comparada con el tiempo que ahorrará al jefe después.

¿Y si su autonomía te rebasa? Entonces podrás afirmar que estás contribuyendo con el crecimiento de tu empresa.

Conviene decir que detrás de una persona poco autónoma, está un jefe lleno de inseguridad y miedo. En ocasiones no brindará toda la información para que sea él quien ponga la última piedra. En otras, habrá desinterés por los colaboradores y se reaccionará cuando las cosas salen mal. Son personas que se les olvida que los colaboradores son adultos y que prefieren mantenerlos bajo su sombra, dependientes de él y por tanto haciendo “enana” a la empresa. Este tipo de personas terminarán por pedir algún seminario de administración del tiempo, porque se sienten rebasados. Por supuesto que este tipo de seminarios, aunque ayudan, son lo que menos necesitan, porque sus problemas se asientan en actitudes.


José Luis Castañeda Lerma

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