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Muchas de las dificultades que se presentan ante nuestra vida surgen porque no se alcanza a distinguir entre el pensar, el querer y el sentir. Son funciones que se dan ante determinadas circunstancias y que se pueden confundir originando en primer lugar, conflictos personales que se pueden traslapara a conflictos un poco mayores.
 
El pensar se encuentra en el ámbito de la inteligencia y recordemos que el objeto de ésta es la verdad. No se siempre se coincide entre el pensar-querer-sentir, como se verá más adelante.
 
El querer está en terrenos de la voluntad, que puede querer cualquier cosa.
 
El sentir se encuentra dentro de las fronteras de los sentidos y de lo sensible.
 
En nuestro lenguaje cotidiano, en ocasiones decimos ante determinadas situaciones “yo siento” y es probable que estemos sintiendo lo que decimos, pero ¿se que es lo que se piensa en esa situación? ¿o qué es lo que se quiere?
 
Veámoslo de la siguiente manera:
 
Un estudiante sabe que al día siguiente tiene un examen importante. Piensa que debe estudiar, quiere irse de fiesta y siente en ese momento una pereza impresionante. ¿Qué siente? Flojera. ¿Qué quiere? Irse de fiesta con sus amigos. ¿Qué piensa? Que si no se pone a estudiar en ese momento, lo más seguro será que repruebe el examen y las consecuencias que esto puede tener.
 
En la solución de un problema surge también este trinomio. Una persona asiste a una junta y sabe que sus resultados no son buenos. Lo que siente es miedo al ridículo o a un regaño en público, o a que lo corran. Lo que quiere es pasar inadvertida en la junta y que se acabe o antes posible para que no le pregunten nada. Lo que piensa es que ha dejado de hacer algunas cosas y que si no dice sus resultados otras personas pueden perjudicarse.
 
Si le preguntan qué siente, seguramente dirá que se posponga la junta una semana o tratará de que se termine lo antes posible.
 
Si le preguntan qué quiere: responderá que plazo aunque no aceptará que está retrasada.
 
Si se le pregunta que piensa y es honesto, descubrirá sus errores responsablemente y pedirá ayuda o bien buscará culpables de su propio retraso.
 
Otro ejemplo.
 
Uno de los cónyuges descubre que el otro le ha sido infiel.
 
Lo que se siente es la tristeza por la fidelidad rota, se puede sentir complejo de culpa quizá por no haber hecho lo que debía de hacer y otras cosas más.
 
Lo que se quiere a lo mejor es abandonar al otro.
 
Lo que se piensa es que quizá hubo algo de culpa y que se le quiere demasiado y el interés por los hijos y que valdría la pena perdonar.
 
Al final puede ser que el perdón sea lo más conveniente (pensar) y que quiera realmente perdonarlo (voluntad), sin embargo el sentimiento puede permanecer a flor de piel.
 
El orden de este trinomio debe ser Pensar-Querer-Sentir, aunque en la normalidad se encuentra el Sentir-Querer-Pensar.
 
Las tres situaciones se viven diariamente, pero sería importante ante los conflictos personales preguntarse: Ante esta situación ¿Qué Pienso?¿Que quiero?¿Que siento. Y tratar de delimitar cada una de ellas.
 
José Luis Castañeda Lerma
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