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Líderes en formación de líderes desde 1992

Despídelo

 

 

 

 

 

 

Alfredo llegó a su oficina y pidió a su secretaria que por favor no se le molestara. Regresaba desconcertado de la reunión con Alfonso, su jefe, en donde le habían entregado su evaluación de 360º anual.

Era sorprendente para él la interpretación que le había hecho su jefe sobre el resultado de este ejercicio. Había tomado apuntes precisos sobre los comentarios y ahora los leía meditando sobre ellos.

  1. Mi jefe ve bien mi desempeño, de hecho, su evaluación fue alta
  2. Mis colegas me tienen cierta admiración, quizá por mis doctorados
  3. Mis asociados me puntuaron muy bajo en liderazgo, comunicación y prestigio
  4. En el corporativo se sorprendieron con los resultados de Mariana que me sustituyó mientras me fui de vacaciones. Los indicadores fueron superiores en un 20% mejor que los míos. Les llamó la atención porque pensaban que mis resultados eran inmejorables
  5. Alfonso hizo el símil del Iceberg: dice que son admirables pero que su proximidad lo único que produce es frío
  6. Que busque la cercanía con las asociados de mi departamento, que recuerde que trabajo con personas (esto último lo tenía subrayado en sus apuntes). Que si bien, Mariana no tiene los grados académicos ni la experiencia que tengo, tiene un estilo de liderazgo donde le da mucha importancia a la gente que trabajan con ella
  7. Que agradecía que enviara a mis empleados a formarse y capacitarse, pero que yo debía hacer lo mismo

Después de pensar un poco en sus apuntes, se fue a uno de los estantes de su oficina, recordaba que en la maestría de administración les había pedido leer un libro sobre “Empresa y persona” no recordaba el título, pero seguramente al verlo se recordaría cuál era. Después de unos minutos lo encontró. Al hojearlo su sorpresa fue grande cuando encontró un capítulo prácticamente subrayado en su totalidad.

El capítulo comenzaba con un título potente: “A esos despídelos”. Se sentó nuevamente y comenzó a leer lo subrayado.

«Es importante tener en cuenta la diferencia entre habilidades -conocimiento y aptitudes- que hemos aprendido y que forman parte de nuestra experiencia personalísima y la manera de actuar o actitudes en el ejercicio del mando o liderazgo.

»Las habilidades se pueden aprender siempre que haya disposición para hacerlo, las actitudes forman parte de nuestra manera de ser o de obrar.

»La capacidad analítica, de síntesis, de aplicar los conocimientos y experiencia adquirida en nuestro obrar diario son resultado de estudio y de la praxis podríamos decir de manera generalizada que caen en el ámbito del saber, en cambio las actitudes están en el ser. Estas últimas, son nuestros hábitos que hemos ido formando a lo largo de nuestras vidas.

»A pesar de que tanto habilidades como actitudes se pueden aprender, a las segundas se le suele dar menos importancia. De hecho, en la formación universitaria que cada uno ha recibido se le da alta importancia al conocimiento, pero se deja de lado la formación de la persona como persona. Hombres y mujeres sabihondas pero carentes de formación en su personalidad.

»Las primeras, aptitudes, recaen en la inteligencia y las segundas, actitudes, caen en la formación de la voluntad.

»La objetividad, paciencia, ecuanimidad, sinceridad, honestidad, empatía, fortaleza, resiliencia, etc. Se adquieren con exigencia y van conformando nuestra manera de ser, de actuar.

»Jugando con ambas, habilidades o aptitud y actitud, podríamos hacer la siguiente clasificación:

»Gran Aptitud y Gran Actitud: una mezcla que se da poco, si la logras encontrar en tu empresa, son personas motores, líderes auténticos y lo son, porque no debemos olvidar que los seguidores primero compran a la persona (actitud) y luego lo que saben (aptitud)

»Regular Aptitud y Gran Actitud: es lo que normalmente encontramos en las empresas. Personas abiertas al aprendizaje, con ganas de hacer las cosas, motivadas, recias, con mucha personalidad (Actitud) que con algo de entrenamiento (Aptitud) y ayudándolas en su formación pueden llegar muy lejos.

»Gran Aptitud y Mala Actitud: Gente que sabe mucho (Aptitud) pero que son como Icebergs, admirables pero frías. Poco empáticas con su personal, engreídas, soberbias. Se bastan a sí mismas sin darle valor a las personas que colaboran con ellas. Son engreídos, soberbios. Son jefes, gerentes o directores que pueden echar a perder un departamento.

»La última combinación posible son personas con Mala Aptitud y Mala Actitud, estas personas ni siquiera deberíamos contratarlas».

Alfredo se quedó pensativo después de leer estos apuntes. Se ubicó, a pesar suyo, en el renglón de personas con “Gran Aptitud y Mala Actitud”. Repasó una por una las preguntas en las que sus colaboradores lo habían evaluado bajo: liderazgo, comunicación y prestigio.

Sacó como conclusión mejorar en tres virtudes específicas: Amabilidad, empatía y flexibilidad. Para comenzar escribiría un mail a Alfonso, su jefe, dándole las gracias por la paciencia que había tenido en la retroalimentación que le había dado y prometiendo que asistiría al próximo curso de “Desarrollo y Formación” que tanto le habían recomendado sus colaboradores.

Un buen comienzo sin duda.

Autor: José Luis Castañeda Lerma