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No hay manera de sustraerse a los acontecimientos que como seres humanos nos hacen solidarios ante la tragedia que se acaba de vivir en el país del norte (11-S). No podemos y no debemos sustraernos a este incomprensible acto perpetrado por seres humanos. Sentimos, seguramente al igual que usted, la incredulidad, asombro, tristeza, un poco de rabia y un poco más de impotencia ante lo sucedido.
 

La ¿cultura? de la muerte ante la que nos han estado previniendo, ha tenido en estos sucesos su máxima expresión.
 

Podemos entender que haya locura o fanatismo, es la única manera de explicarse lo inexplicable, en las personas que llevaron efecto estos hechos sanguinarios. Podemos entender que hay personas que piensen diferente a nosotros –la verdadera tolerancia-, pero el hecho de esta diversidad de pensamientos no implica que todas las formas de pensar estén bien.
 

Podemos pensar, desde el punto de vista religioso, que algunas religiones fundamenten su religiosidad de una manera y otras de otra, pero no podemos decir que todas tengan la verdad. En el fundamento del cristianismo la violencia, cualquiera que esta, sea no está de ninguna manera justificada, la dignidad del ser humano está siempre por encima de todo.
 

No podemos sentarnos, ante el alud de información que nos ha llegado, a contemplarlo y no dar nuestro punto de vista ante nuestros hijos sobre la violencia y la solidaridad que se debe tener ante estas situaciones aunque sea rezando por las víctimas.
 

No debemos permitir que estos sucesos se conviertan en una gran anécdota que nos ha tocado vivir. Debemos sacar lección de todo esto para nosotros y para los que su formación de criterio depende de nosotros.
 

Recordar que se debe ser tolerantes con las personas pero nunca con el error. Llamarle al pan pan y al vino vino y que lo que está sucediendo solo tiene explicación en la locura o en el fanatismo.
 

El fanatismo es subjetivo por su misma naturaleza y surge entonces la necesidad de la formación en la objetividad, enseñar a ser más racionales en lo que se vive y piensa. Ayudar a los demás a que se busque la realidad de las cosas para no caer en manos de personas que se aprovechan de nuestra ignorancia para hacer de nosotros lo que quieran.
 

No ha faltado algún comentarista que, sin querer, haya tratado de minimizar y relativizar lo sucedido comparándolo con Hiroshima o Nagasaki o con los crímenes de guerra de Hitler, en cuanto a número de muertos, pero recordemos que la vida de una persona, una sola, es tan valiosa para levantar nuestras voces cuando se le trata de manera poco digna.
 

Mil perdones por estas reflexiones un poco salidas de lo habitual de esta columna, pero como dice el poeta «nada humano me es ajeno» y corrigiéndole un poco podríamos parafrasearlo imperativamente diciendo: «nada humano nos debe ser ajeno».

José Luis Castañeda Lerma

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