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Líderes en formación de líderes desde 1992

Se oye con frecuencia el término liderazgo seguido con adjetivos como: transaccional, transformacional, carismático, orientado a las personas, orientado a las tareas etc.

Se olvida con frecuencia que el liderazgo es esa influencia que se ejerce sobre las personas para llevarlas a un objetivo específico.

Quizá lo más difícil es definir el término influencia.

El objetivo, normalmente y con un poco de profundización, se determina fácilmente. En una empresa, será la rentabilidad; en una comunidad religiosa, la santidad; en términos deportivos, el triunfo; en sentido político, el bien común etc.

El objetivo determinará el tipo de liderazgo que se ejerce: deportivo, religioso, empresarial, político, etc.

Sin embargo, como se puede ver, no es el objetivo lo que determina el liderazgo ya que definir éste no requiere de profundizar tanto.

La pregunta más compleja es ¿cómo influir en los demás? ¿Qué se puede hacer para que esta influencia sirva para conseguir el objetivo o meta?

Seguramente estarás ya pensando en que la mejor manera de influir en la gente es el ejemplo, y en parte es muy cierto, pero surge entonces otra pregunta ¿ejemplo de qué?

La ejemplaridad que se pide dentro del liderazgo tiene una correlación muy alta con la manera de ser del propio líder. Las personas en el sistema de liderazgo lo que ven de su líder es la manera en que se comporta en el día a día. Eso es lo observable, eso es lo que se valora. La gente hace lo que ve.

Ponerse de ejemplo es predicar sobre la conducta propia y realmente es poco valorado ese discurso en el que se exaltan las maravillas personales.

Ser ejemplo está más en el ámbito de lo observable. Tu gente te observa, más de lo que te imaginas y ven tus reacciones ante las cosas cotidianas a las que probablemente no se les presta atención.

La forma en que te comportas con tu jefe, la manera en que cuidas las cosas de la empresa, tu sinceridad en las respuestas que das; tu puntualidad, tu lealtad a la compañía en que trabajas; tu pasión por el trabajo, tu entusiasmo y fortaleza ante lo arduo.

Tu integridad, tu honradez, tu laboriosidad; la forma en que tratas a tus colaboradores, cuánto agradeces un trabajo bien hecho; valoran el que les digas que es lo que esperas de ellos. Toman en cuenta tu sencillez, tu objetividad y tu humildad.

Si te fijas, la manera de influir está más en los límites del ser que del hacer. Se encuentra basada en tu carácter.

Lo positivo de todo esto es que el carácter se forja, si quieres, en la exigencia personal diaria. En demandarte todos los días una lucha por hacer lo que se tiene que hacer en el momento que se debe de hacer y haciéndolo bien.

Está en exigirte en ver a tu personal como el “activo” más valioso de tu empresa. En comprender que el liderazgo “no es conseguir el objetivo, llegar a la meta solo, sino con todos y a tiempo”.

Con la forja del carácter, con tu exigencia personal, conseguirás transformar, transaccionar; te enfocarás en el objetivo y en lo que necesite tu gente para que te pueda acompañar en conseguirlo.

No nos cansaremos de repetir que el liderazgo no es técnica, es “esfuerzo en la forja del carácter”. Es lucha día a día contra nuestros defectos que hacen poco apetecible que nos sigan.

¿En qué te estás exigiendo en la actualidad? ¿Cuáles son esas aristas en tu carácter que necesitas limar?

Cuándo te exijas y luches, entenderás que efectivamente esa integridad que irás consiguiendo te dará la influencia que necesitas en tu empresa o familia para ser un verdadero líder.

 

José Luis Castañeda Lerma

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