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Líderes en formación de líderes desde 1992

A lo largo de nuestra vida se escuchan frases, refranes, pequeñas oraciones que bien profundizadas, podrían llevarnos a hacer algún cambio en nuestras actitudes, pero se corre también el peligro, de que de tanto oírlas terminen por hacerse frases huecas o sordas.

Habremos oído alguna de las siguientes: «el mejor predicador es fray ejemplo», o bien «obras son amores y no buenas razones» o quizá «las palabras mueven, el ejemplo arrasa», pero ¿qué tanta mella han hecho en nuestras vidas?

En teoría del aprendizaje se dice que se aprende 1% por medio del gusto; 1.5% por medio del tacto, 3.5 por medio del olfato; 11% por medio del oído y 83% por medio de la vista y que después de un corto tiempo solamente se retiene 10% a través de lo que se lee, 20% por medio de lo que se oye; 30% de lo que se ve y 50% por medio de lo que se ve y se oye.

Como se ve los más altos porcentajes de retención son por medio de lo que se ve y de lo que se oye. El aspecto discursivo, oír, solamente incide, después de un tiempo, en recordar únicamente el 20 %. De esto se deduce que las palabras se las lleva el viento por lo menos en un 80 %.

Ver y oír es lo que más impacto tiene. Ver y oír significa ejemplificar.

Si escucho alguna recomendación (oír) y veo que la persona que la hace la practica (ver), la posible incidencia en mi conducta será mucho mayor al simplemente oírla o únicamente verla.

En cierta ocasión oí a un director que le decía a uno de sus gerentes: - La puntualidad en tu grupo está cada día peor, sería conveniente que hicieras algo.

El gerente contestó de inmediato. – ¡Ya les dije que lleguen a tiempo una y otra vez! A lo que el director contestó: - Diles otra vez y que te vean que tú lo haces también.

Ver y oír, ejemplificar. Las actitudes negativas que se encuentran en ocasiones en nuestros colaboradores solamente se pueden corregir cuando se les hacen patentes (oír) y cuando nosotros nos esforzamos por erradicarlas de nuestra vida personal (ver). Los discursos, regaños, llamadas de atención (oír), pierden parte de su eficacia porque no nos ven a nosotros erradicar aquello que criticamos.

El famoso ¡ya le dije!, es incompleto mientras no se convierta en un ¡ya les demostré! ¿Qué cantidad de cosas nos han dicho sobre nuestro comportamiento?, muchas. Sin embargo recordamos perfectamente aquellas cosas que nos dicen y que vemos a la persona que lo hace luchando por demostrarnos que valen la pena. Estas últimas cómo nos han hecho cambiar.

Hace poco se quejaba un encargado de grupo de que al pasar cerca de sus colaboradores estos decían por lo bajo ¡servicio!, ¡servicio!, sentía que se burlaban de él, pues en la última junta había hablado de la importancia del servicio interno. Se investigó y se encontró que sus empleados no lo veían a él con esa disposición de servir. Lo que le habían oído decir contrastaba con lo que le veían hacer. Una vez más un discurso hueco.

Recordemos que si se quiere conocer a un hombre se debe reparar en sus acciones (oír y ver) no en sus discursos (oír) por muy elocuentes que sean éstos.

La fuerza del ejemplo es algo que cala, algo que se mete en lo profundo del que ve y oye. No es una frase hueca, es una realidad patente que compromete y quizá por eso no queremos profundizar mucho en ella. Sin embargo es la mejor manera de influencia que tiene un líder a cualquier nivel. Algo que se debe tener muy en cuenta a menos que... no nos importe nuestro liderazgo.

 

José Luis Castañeda Lerma

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