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Líderes en formación de líderes desde 1992

Con cierta periodicidad se nos pide que impartamos un mini seminario que llamamos “Lealtad en la empresa”; suelen pedírnoslo para que lo reciban los empleados y en ocasiones los jefes se sustraen del mismo.

En una de las láminas de la presentación del curso, aparecen dos eslabones sólidamente unidos porque la fidelidad o lealtad implica por lo menos a dos personas.

Afirmamos que para que se viva esta virtud, se requiere que la persona respete y fortalezca los vínculos que libremente ha creado.

Así, se habla de la lealtad a la empresa como dos acciones básicas, cumplir fielmente aquello para lo que fue contratado (respeto del vínculo) y además que ayude a la empresa en la búsqueda de la rentabilidad (fortalecimiento del mismo) y se ponen ejemplos de cómo se puede ayudar a dar más dentro de la empresa como síntoma de que se está viviendo la fidelidad.

Normalmente los ejecutivos se ponen muy contentos cuando se van dando ejemplos concretos en los que un empleado demuestra su lealtad.

Sin embargo las caras cambian cuando se habla de que la empresa también debe hacer lo suyo para que la fidelidad de los empleados se incremente. Esto es que la empresa, y los jefes quienes son los que dan la cara por ella, deben vivir aquello mismo que exigen a los suyos, en pocas palabras que la empresa debe también lealtad a  sus empleados.

El vínculo se rompe cuando se despide a una persona, eso está muy claro. Pero comienza a deteriorarse cuando se permite que se hable mal de los colaboradores, o se les exige más allá de lo que están obligados, o se pisotea de alguna manera su dignidad.

Cuando un jefe deja de cumplir aquello que ha prometido; cuando engaña; cuando miente; cuando insulta; cuando tiene preferidos; cuando trata injustamente a sus colaboradores, etc. Está dejando de vivir la lealtad de parte de la empresa, está –de alguna manera- desgastando el vínculo. Y luego se ¡sorprenden porque sus empleados no obedecen!

El respeto por este vínculo contractual, no lo olvidemos, se vive de ambos lados: empresa-empleado y viceversa.

No debe sorprendernos que algunas personas exijan que se les hable de fidelidad o lealtad a a sólo una de las partes y que se sientan exentas de vivirla ellos mismos; esto, así, no funciona.

Me recuerdan a aquellas personas que son infieles en su matrimonio y que exigen fidelidad de parte del cónyuge.

Normalmente el respeto de vínculos se vive de ambos lados ¿o no? 

 

José Luis Castañeda Lerma

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