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Arturo llegó temprano como solía hacerlo normalmente, encendió su computadora y al revisar sus correos se encontró, señalado como prioritario, el siguiente correo de su jefe.

“Arturo, no entiendo por qué no llegas a todo lo que te encargo; tienes lo último en tecnología, incluso te di la Tablet que necesitabas y que me costó trabajo su autorización, ¿qué más necesitas? Estoy para apoyarte, pero necesito más diligencia en las cosas que te pido”.

Se sintió un tanto molesto por la evaluación que se hacía de su trabajo, pensó en contestar de inmediato, sin embargo, decidió posponerlo porque había otras cosas prioritarias que hacer.

A media mañana se cruzó con su jefe en uno de los pasillos, éste iba con prisa hacia otro lugar de la planta, pero alcanzó a decirle a Arturo lo siguiente: “te envié un mail, espero respuesta” y sin dar oportunidad a responder se alejó con prisa.

Por la tarde, Arturo se sentó a pensar la respuesta que le daría a su jefe. Había confianza entre ellos y por eso se atrevió a contestar el correo de la manera siguiente:

“César: Con toda la confianza que te tengo me permito decirte qué es lo que necesito, aclaro que lo que entendemos por maquinaria y herramientas tengo lo necesario.

Necesito: que mejores la comunicación cuando nos pides algo, en ocasiones por tus prisas, no alcanzamos a entender lo que dices.

Que tengas los “oídos atentos” a nuestras dificultades, porque cuando te sientes presionado, no alcanzas a darte cuenta de ellas.

Que no des por obvio que sabemos hacer lo que nos pides, ni que sabemos interpretar lo que quieres.

Te agradezco la confianza que tienes en el equipo, pero creemos que en ocasiones necesitamos orientación y no te vemos disponible para dárnosla.

Que recuerdes de vez en cuando que no somos máquinas, que una vez que están bien aceitadas y calibradas funcionan, somos personas con sentimientos y en ocasiones con resentimientos.

Necesitamos que nos felicites cuando hacemos las cosas bien, que en ocasiones sea más cortés y agradezcas el esfuerzo que hacemos para sacar el trabajo adelante. Si añadimos un buenos días o tardes, o un que te vaya bien, estaría genial.

Necesitamos que controles tus enojos y que no explotes con tanta frecuencia, te repito que hay buena voluntad para hacer lo que pides, pero en ocasiones no alcanzamos a entenderte y cuando estás enojado, menos.

Tú encárgate de decirnos con claridad qué es lo que quieres, que del cómo hacerlo nos encargaremos nosotros, sabes que tenemos iniciativa.

Como puedes ver, no bastan las máquinas y herramientas, no son lo único que necesitamos. Necesitamos un jefe que vaya más allá de simplemente eso.

Arturo”

Envió el mensaje y se fue tranquilo.

A la mañana siguiente, el intranquilo fue César. No le molestó la respuesta, pues sabía que Arturo era un hombre sin segundas intenciones, le preocupó darse cuenta de que lo que necesitan los empleados implicaba una exigencia personal, cambios en su carácter y recordar que dirigía personas.

Pensó en lo que podría conseguir mejorando, tan solo un poco, en amabilidad y cortesía, nunca había visto estas como una necesidad en su equipo de trabajo.

Escribió, con letra bien cuidada, a manera de recordatorio y poniéndolo en un lugar visible en su escritorio lo siguiente: “no solo necesitan utensilios y herramientas, me necesitan”.

José Luis Castañeda Lerma

 

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