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Líderes en formación de líderes desde 1992

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Debo reconocer que la frase que me dejaron de tarea me estuvo martilleando en la cabeza por varios días. Mi mujer me descubrió mascullándola y me dijo “Frankl”, no entendí y me repitió “Víctor Frankl”. En ese instante desapareció esa obsesión que se siente cuando queremos recordar algo y no podemos. Efectivamente él era el autor de la frase.

 

No hubiera podido presentarme con Arturo sin saber el autor, le llamé y lo primero que me preguntó era si “había hecho mi tarea”, al afirmarlo pasamos a ponernos de acuerdo para la próxima cita, esta vez aceptó venir a mi oficina. En el hall del segundo piso se puso a revisar los libreros con atención y extrajo algunos que introdujo a mi lugar de trabajo.

 

«Siempre nos han dicho que de todos se puede aprender algo, cosa que es cierto, pero pocas personas pueden llamarse verdaderos modelos –puso los libros sobre mi mesa y preguntó- De todos estos ¿quien podría ser tu modelo?.

 

Escogí a uno de ellos y observé como sonreía en señal de aprobación.

 

Nunca me has preguntado en todo el tiempo que hemos platicado la pregunta típica sobre el liderazgo: ¿nacen o se hacen?. Le comenté mi forma de pensar al respecto: supongamos que nacen, de cualquier manera algo tendrán que hacer para lograrlo.

 

En la formación de los líderes, el tener modelos es parte de ella –me dijo- Al líder se le mide por el grado de influencia que tiene con sus seguidores. No solo para conseguir objetivos sino para conseguir la meta más preciada: hacerlos mejores personas, mejores aún de lo que ellos mismos se alcanzan a vislumbrar.

 

La forma más impactante para conseguir esa influencia, es el ser ejemplo. Por la cara de disgusto que pones debo suponer que he tocado una palabra de las que llamas “palabras que han perdido su sentido debido al manoseo” –afirmé con la cabeza-.

 

Sin embargo al hablar de ser ejemplo para los demás no es una frase sentimental motivadora, tiene más fondo del que te puedas imaginar, se relaciona un poco con la teoría del conocimiento. Todos sabemos que el adagio “nada hay en el intelecto que no haya pasado previamente por los sentidos” es una verdad comprobada. De hecho hay estudios que nos dicen que la forma de aprender y retener tiene ciertos porcentajes de acuerdo a los sentidos que se usen. Se aprende un 11 por ciento a través de lo que oímos y un 83 por ciento a través de lo que se ve.

 

Después de un tiempo se retiene de la siguiente manera 20 por ciento a través de lo que oímos, 30 por ciento a través de lo que vemos y un cincuenta por ciento a través de lo que vemos y oímos. Como ves, la mejor manera de enseñar es a través de lo que se ve y la mejor manera para que lo que se enseña fructifique tiene que ver con lo que se oye y se ve.

 

El mejor ejemplo es el “decir y hacer”. Proclamar lo que valoramos y vivirlo. Y como ya habíamos dicho, debe haber esa congruencia entre el decir y el hacer. Si quiere que los seguidores sean, por ejemplo, serviciales, habrá que hablarles del servicio y que te vean que lo vives. La forma de aprender y retener crece. Un buen modelo es aquella persona que al leer su vida y conocer sus frutos nos enseña modos de cambio y de vida.

 

Los modelos populares a los que se tiene acceso tan fácilmente en la actualidad, son en su gran mayoría personajes vacíos. Quizá por eso vemos tanta vacuidad en la gente.

 

Muchas personas posiblemente tengan como modelo a quienes conviven con ellas: a sus padres, a sus jefes, etc. Por eso la importancia que tienen ambos en la formación o deformación de las mismas.

 

Cuando vienen mis gerentes, en ocasiones, a quejarse de alguna actitud de alguien de su equipo, trato de llevarlos a que reflexionen cómo viven esa actitud ellos mismos. A veces la manera de actuar de las personas que trabajan con nosotros son un vivo reflejo de sus jefes.

 

En cierta ocasión vino uno de esos gerentes a hablarme de que cierta persona era un necio, que por más que le hacía ver sus razones, esta se aferraba a sus propias ideas y que no cedía. Le pregunté cuáles eran sus razones y terminó, después de decirlas, que lo más probable es que a él mismo le hiciera falta algo de flexibilidad.

 

Los colaboradores nos ven como ejemplo sin que nos lo propongamos siquiera. Están aprendiendo de nosotros porque nos ven y nos oyen, aunque no sea ese nuestro propósito. Les choca interiormente que haya diferencia entre lo que se dice y lo que se hace. Lo más importante de todo es que estamos en el aparador y aún sin proponérselo juzgan y valoran nuestra actuación.

 

Mira, profundiza en lo que dice el personaje que tienes como modelo: “trata de evitar los errores que ves en los demás, y ya no los tendrán, porque ya no los tienes tú”

 

Mi comentario final ante esta frase lapidaria fue: ¡caray con el factor espejo!.

José Luís Castañeda Lerma

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