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Líderes en formación de líderes desde 1992

En un día normal una persona que trabaja tiene una rutina semejante.  Posiblemente se  levante  y comience por poner el radio o ver un poco de noticias mientras realiza su aseo. Subirse al auto y poner la radio o subirse a un taxi y escuchar la radio del taxista. En el trabajo, juntas, resolver los problemas cotidianos, comer acompañado y platicar un poco, al salir de sus labores, cansado quizá, oirá noticias y a su pareja, hasta que le gane el sueño y se duerma.

El silencio interior, el desconectarse para pensar en el rumbo de la vida, el planearla, el darse tiempo para sí mismo y retroalimentarse, son actividades que poco se hacen y esto trae como consecuencia: la precipitación, el no descubrir lo importante de lo secundario. El que el tiempo se nos vaya de las manos y que cada vez nos dejemos llevar más por las circunstancias que por un plan de vida definido.

Se crea un ruido interior, que no nos permite buscar la paz interna y la reflexión. Descubrimos que nuestras principales preocupaciones son la lucha desenfrenada por la subsistencia material: querer tener cada día más. No significa que lo material sea secundario, las necesidades de seguridad deben resolverse, sin embargo hay acciones más trascendentes: nuestra actualización, nuestra planeación laboral y familiar, la trascendencia de nuestras actitudes, Dios…

Todo esto comienza a volverse costumbre y comienza a generarse lo que se conoce como vacío interior. Se reconoce en primer lugar por el no agradarnos estar solos, ¡tenemos tan poco que contarnos! Sabemos que hay mucho que corregir, mucho que cambiar, mucho por hacer… pero lo dejamos para los intervalos de silencio que tenemos a lo largo del día. Además tenemos poca información de trascendencia que nos pueda guiar, e pocas palabras nos abandonamos interiormente.

Dice una autor que lo “trascendente es lo inmanente”, puede interpretarse como “trasciende lo que queda”. En nuestro afán diario, lo principal es lo material, pero esto se usa y pasa ¿qué estamos dejando que realmente quede? ¿Dejamos huella positiva en las personas que amamos y que nos rodean? Preguntas cuyas respuestas comienzan a ayudarnos a salir de ese vacío tan común: el interior.

                                                

                                                             José Luis Castañeda Lerma