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Líderes en formación de líderes desde 1992

Las construcciones que sexenio a sexenio se realizaban en su ciudad, metieron a Emilio en un embotellamiento en el que no había forma de salirse. Se armó de la poca paciencia que tenía  y decidió acompañarse de un buen programa de radio.

Llovía y podía contemplar a la gente que corría para guarnecerse de la pertinaz lluvia.

“Cada una de esas personas carga su propia historia –pensó- ¿Cuál será la de esa señora con el rostro arrugado que va acompañada de esa pequeña o la de esa pareja que parece que la lluvia no les hace nada?” Se vio interrumpido por un aviso de la radio en el que ponía del conocimiento de los radioescuchas que el embotellamiento en esa área tardaría un buen rato para descongestionarse. Apagó el motor y se dio cuenta que no era el único que lo había hecho.

De entre toda la gente, repentinamente, un joven se comenzaba a ponerse, lo que él dedujo, sería un impermeable amarillo y acertó. El muchacho comenzó a dirigir de alguna manera el tráfico y, si bien algunos conductores no lo tomaron en cuenta al principio, comenzaron a ver resquicios por donde maniobrar. Los motores de los autos vecinos al de Emilio comenzaron a encenderse y a moverse. Puso en marcha el suyo y poco a poco salió del atolladero.

Pasó cerca del joven, pero no alcanzó a distinguir su rostro. Del fondo del alma le salió el deseo de agradecer el gesto del chico, pero ya estaban apurándolo las personas que venían detrás.

“Por lo menos esa persona que dirige el tráfico, ya podrá contar algo de trascendencia en su vida – sonrió-“.

Metido ya en el tráfico fluido, sus pensamientos lo llevaron por recordar la cantidad de gente que corría de la lluvia y como el chico había sobresalido de la multitud y se había puesto a hacer algo que nadie había pedido y que todos, aunque fuera en silencio, agradecían.

Intentó recordar alguna ocasión en su vida en la que él hubiera sobresalido de los demás, recordó que en los estudios pocas veces lo había hecho, que como deportista nunca fue de los primeros en ser escogidos por los capitanes. Tenía una familia compuesta por dos hijos y su mujer, como tantas otras. A sus 35 años era uno más de los gerentes de su planta en la que si bien no sobresalía, por lo menos ya era gerente...como los otros 9 gerentes.

Comenzó a pensar en sus logros económicos, pero ahí había logrado prácticamente lo que habían logrado sus colegas. ¡En fin que la vida no consiste en estarse comparando, eso no lleva a nada!

Tenía sus sueños y deseos, como prácticamente todos los tienen. Deseos de superación y de ser mejor...que se quedaban en deseos.

En las juntas de la empresa cada vez había más voces apagadas por el miedo a las reestructuraciones. Era preferible mantenerse callado y aceptar los lineamientos del director que hacerse notar. Muchas veces había tenido mejores ideas que su jefe, pero solamente él lo sabía.

Comenzaba a notarse peligrosamente el avance de Daniel, ese chico que entró como auxiliar de oficina y en menos de un año estaba en los puestos gerenciales. Era muy arriesgado, pero cuando tenía una buena idea, se la jugaba para que saliera adelante pensando siempre en el beneficio de la empresa. ¡Lógico a los 25 años y soltero, se puede arriesgar eso y más! –se justificó-.

Recordó que cuando se discutieron algunos problemas éticos en la empresa, a pesar de ir en contra de sus principios, decidió votar con la mayoría y  ¿para qué? si después de la votación Daniel hizo ver sus puntos de vista y a pesar de la aparente desaprobación del gerente general las ideas de éste fueron tomadas en cuenta. Lo peor del caso es que él pensaba lo mismo que Daniel...

¡Era mejor no hacer ruido, era mejor pasar desapercibido, era mejor ir con la corriente, era mejor estar con la mayoría, era mejor vivir esa vida gris, era mejor ser del montón!

¿Del montón? –Se cuestionó extrañado de haber llegado a esa conclusión- ¡bah! era mejor no pensar en eso, no era el momento y estaba llegando a su casa. Subió el volumen de la radio y se puso a escuchar esa canción de los Bee Gees que le gustaba tanto a sus hermanos.

Y como una persona más del montón dejo sus reflexiones para mejor momento.

 

José Luis Castañeda Lerma

 

 

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