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Líderes en formación de líderes desde 1992

Imaginémonos,   por un momento, el estudio de Miguel Ángel en un día cualquiera de trabajo. El maestro va quitando y puliendo una pieza monumental de mármol. En su imaginación tiene la visión del David. Sabe lo que quiere y sabe también que no está ensayando. El cuidado y la atención son impresionantes, como lo debe ser su concentración.
De repente se encuentra algunas imperfecciones en la piedra que pule y quita con cuidado. El sudor y el cansancio son enormes. Al final el David que es un legado para la humanidad, una obra perfecta, terminada…
Tu vida y la mía tienen en común que se van construyendo, que se descubren los defectos y que por medio de la voluntad, que hace las veces del martillo y cincel, se van puliendo.
Sí,  nuestra vida está en progreso y esa paz y tranquilidad que buscamos como sedientos en desierto, está al final, cuando tu y yo contemplemos hacia atrás y veamos el legado o lo trascendente que hemos dejado, por lo menos  a las personas que conviven con nosotros.
En algunos defectos los martillazos serán fuertes, dolerán, quizá sean aquellos que hemos ido acumulando a lo largo de la vida y que están bastante arraigados. Cambios que siempre hemos sabido que hay que hacer y que por inercia, orgullo o ignorancia hemos ido dejando que crezcan y con los cuales a lo mejor ya hemos hecho las paces ¡ah, nuestros defectos, nuestros queridos defectos!
Ahí hay que recordar que la vida NO es un ensayo, no, lo que se va haciendo se queda. Y como dice un amigo, si fuera ensayo seguramente seguiríamos haciendo lo mismo. En los ensayos, las cosas que no salen se repiten hasta que queden bien, en la vida lo que se hace deja huella es imborrable.
¡No hagas las paces con tus defectos! ¡Admítelos, que es el camino a corregirlos! Recuerda que la vida no es ensayo, que se acaba y que la obra maestra está en progreso

 
José Luis Castañeda Lerma
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