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Líderes en formación de líderes desde 1992

Había una vez una persona igual que cualquiera de nosotros, que tenía grandes ilusiones en su vida: hacer una matrimonio ejemplar, tener hombres de bien como hijos, ser un gran ejecutivo en su empresa, que sus hijos le reconocieran como el mejor padre y lograr un buen prestigio profesional, vivir como verdadero hijo de Dios, entre otras muchas (igual que cualquiera de nosotros).

Sabía lo que quería, pero no se ponía a pensar o analizar los medios que tenía para hacerlo (como muchos de nosotros), y comenzaba el camino con alegría para conseguir esos sueños e ilusiones, algunas veces tomaba caminos largos que tenía que desandar, pero siempre estaban ahí sus ilusiones frescas.

Como en toda vida, las cosas comenzaron a no ir tan bien como a él le hubiera gustado. Cuando todo parecía que marchaba genial, su esposa le recriminó su falta de servicio a los demás en casa y su dejadez en la ayuda que debería brindar a sus hijos en los deberes escolares. Uno de sus hijos le dio a entender que los planes que él tenía no coincidían con los suyos. En la empresa uno de los puestos que buscaba afanosamente se lo habían dado a una persona que venía de fuera. En la evaluación de liderazgo sus empleados –y esto sí   que le había sorprendido- lo habían calificado bajo.

Las demandas económicas en su casa, comenzaron a ser más fuertes. Y como dice el refrán “cuando la pobreza entra por la puerta, el amor intenta salirse por la ventana”. Comenzó a haber cierta tirantez con su mujer y más demandas por parte de sus hijos. La marea de sus circunstancias comenzó a dejar de estar quieta para convertirse en mar picado. (como nos ha sucedido a muchos de nosotros en ocasiones).

¿Qué te creías? –le dijo uno de sus amigos- ¿Qué la vida iba a ser tan fácil” y le recordó lo siguiente: “Todo lo que te sucede o sucede a tu alrededor, es el resultado de lo que has hecho o has dejado de hacer” Nada está terminado –continuó su amigo- porque tienes vida y esta se compone de continuos recomienzos. Tu historia, como la de todos, se debe resumir en un continuo recomenzar, si es que quieres llegar lejos.

El primer paso que dio el protagonista de nuestra historia fue enlistar las cosas que le hacían ilusión antes de que se “descompusieran”. Notó que le seguían ilusionando. Después, tomando en cuenta lo que le dijo el amigo, con sinceridad consigo mismo, continuó analizando lo que le sucedía y lo que pasaba a su alrededor. Sin falsas humildades se dio cuenta de sus errores (las cosas que había hecho y también las que había dejado de hacer).

Determinó que cuando todo iba bien, se había dejado adormecer y que había muchas cosas que había descuidado en su trabajo y con su familia.

Descubrió que había cantidad de expectativas objetivas en las personas que le rodeaban, las anotó. Se emocionó –y mucho- al darse cuenta que todo lo podría intentar recomponer: que haría cosas que valían la pena y otras que habría que dejar de hacer.

Entendió lo de los recomienzos y se dijo a sí mismo: nada está aún perdido a menos que me abandone y siga permitiendo que las circunstancias me determinen. ¡Mi vida me la tomo por los cuernos!

La historia, después de algunos años, se fue resolviendo (como la de todos nosotros cuando no nos dejamos vencer). No fue fácil: recomenzó con la familia en primer lugar y la armonía y paz que esto le ocasionaba le ayudó a ir superándose en el trabajo.

Puso, como industria humana o recordatorio en un lugar discreto de su escritorio la siguiente conclusión: “Recomenzar diario, es lo mío. Todo lo que me sucede a mi alrededor, es el resultado de lo que he hecho o he dejado de hacer”

José Luis Castañeda Lerma



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