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Líderes en formación de líderes desde 1992

Me lo han dicho más de una ocasión y cada vez más creo que es cierto. Me definen en términos de amistad, como el “amigo incómodo”. Aclaro, se vivir la amistad y tengo amigos, pero normalmente tiendo a profundizar en la vida de ellos porque me lo piden, y las preguntas y comentarios suelen incomodarlos.

¿Cuáles son ese tipo de  preguntas incómodas? Son cuestionamientos que normalmente pasamos por alto, aunque sabemos que en un momento de la vida deben hacerse; preguntas que forjan futuro y que incomodan porque tendríamos que hacer algún tipo de cambio en nuestra vida.

Algunos ejemplos:

Contempla lo que eres el día de hoy. ¿es lo que querías ser y lo que comenzaste a forjar hace … diez años? La mayoría la respuesta de mis amigos es que no. Que el futuro ha ido llegando y que ellos se han ido acomodando a éste, sin ningún tipo de proactividad.

Luego viene lo más importante: y ¿qué será tu futuro dentro de diez años? En casi todos los casos aparece “un negocio propio” y pregunto después ¿y qué vas a hacer a partir de hoy, para lograr tu negocio? Ya incomodé.

En ocasiones comentan que alguna relación se está deteriorando, y luego una cascada de cosas que ha hecho la “otra” persona y que en ocasiones son objetivas. Puedo estar equivocado pero en estas ocasiones lo que suelo preguntar ¿Qué tanta culpa de lo que dices es por tu forma de ser? Concédete el beneficio de la culpa. Nuevamente la incomodidad.

En ocasiones se viene a contar sobre las presiones que se sufren en la empresa que trabajan, ya sea con el jefe o con las políticas entonces surge la pregunta lógica ¿por qué no te vas de ahí? ¿No te das cuenta que con ese estrés te perjudicas y perjudicas a los demás? Si solamente tienes una vida ¿por qué echarla a perder haciendo lo que no quieres?

En otras ocasiones son preguntas sobre la relación matrimonial. Entonces surge la pregunta típica ¿le amas? La respuesta es ¡claro pero… (me desespera; no hay quien l@  aguante; grita mucho; parece que no me oye; me desautoriza enfrente de los hijos; siempre se sale con la suya;)  y entonces pregunto inocentemente, ¿buscas lo que le “conviene” a ella/el?

Algunos más se incomodan porque a la excusa típica de ¡no tengo tiempo!, comento o pregunto: ¿cuántas cosas tienes comenzadas que no has terminado? Viene entonces el típico ¡uff! Y luego el comentario: no te falta tiempo, te sobra desorden y priorización.

La pregunta que sigue me hizo perder, o distanciar a un amigo rico ¡muy rico! ¿Qué has hecho de trascendencia, que deje verdadera huella, por la sociedad? Aquí hubo un cabreo fuerte, no hubo respuesta.

Quizá hay preguntas o afirmaciones que realmente se dan cuando se generan esos momentos de intimidad profunda con los amigos, con un buen café o una cerveza en la mesa. Ahí suele aparecer Dios, posiblemente el tema más incómodo de todos. Se comienza por decir que todas las religiones son iguales, argumento fácilmente rebatible, pero que nos permite no comprometernos con ninguna.

Ahí lo que se pregunta ¿estás haciendo lo que quiere Dios que hagas? Normalmente la contra pregunta suele ser ¿y como saberlo? Las posibilidades se dan en cascada: trabajando como el mejor, siendo un buen padre de familia, un esposo ejemplar, un jefe que toma en cuenta la dignidad de la persona, cumplir con tus deberes religiosos de la religión a la que pertenezcas aunque sea de nombre … ¡en fin!

A veces concluyo que todo lo que lleva a profundizar en las grandes realidades de la vida, incomodan a cualquiera.

Debo pedir una disculpa, a mí también me las hicieron y me las siguen haciendo frecuentemente y debo confesar: a) que me incomodan b) que para algunas, al igual que mis amigos, aún no tengo respuestas. Pero lo que si puedo afirmar con fuerza es que cuando les dedico algunos minutos, hay cambios…incómodos, pero cambios.

Como dice el título, son preguntas verdaderamente incómodas pero las respuestas, cuando se dan con profundidad, le dan el verdadero acomodo a nuestras vidas.

Espero no convertirme en tu escritor incómodo.

                                                           José Luís Castañeda