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Líderes en formación de líderes desde 1992

« ¡Mil gracias por el consejo!, es muy razonable y se que lo voy a poner en práctica» afirmó Damián y tendió la mano para despedirse.

«No te creas que va a ser tan fácil. Conócete mejor y acepta que tus hábitos te lo dificultarán, así que no te desanimes si no puedes, hay que volver a intentarlo» Contestó su amigo Omar.

Pasaron los días y por medio de correos electrónicos, Damián le comentaba, entusiasmado, como iba con sus esfuerzos. Al parecer todo funcionaba de maravilla.

Pero pasaron los días y la comunicación desapareció. No correos, no llamadas, ¡Nada!

Omar, en su sesión de coaching, me comentó lo anterior, distendidamente y aparentemente sin importancia.

Le comenté: te volviste sin querer un “amigo incómodo”. Se extrañó un tanto y comenzó a platicarme la buena amistad que llevaba, hasta entonces, con Damián.

Le reafirmé que hay  amistades, buenas amistades, que se vuelven incómodas.

En ocasiones, son amigos a los que acudimos para que, por ejemplo, nos hagan un favor económico y cuando nos retrasamos para hacer el pago, preferimos evitarlos y en ocasiones ahí termina la amistad.

Otras veces, quedamos en alguna cosa con ellos y al no poder responder o cumplir el acuerdo, tratamos de irnos alejando, porque al verlos recordamos nuestra falta al compromiso que hicimos.

En nuestro caso, Damián quedó en luchar por poner en práctica algo que manifestó con su amigo e intentó conseguirlo, pero en un momento, falló y en lugar de acudir con Omar para volver a platicarlo, trató de evitarlo por vergüenza.

Normalmente los amigos incómodos, son verdaderos amigos, que están dispuestos a ayudarnos y que están ahí. Amigos  a los que deberíamos valor más y darnos cuenta de la importancia  y riqueza que tiene esa relación.

Son incómodos, porque por ayudarnos y no saber responder, se convierten en recordatorios vivos de nuestra falta de gratitud o de nuestros errores.

 ¿Por qué no visitas a Juan, que es tu amigo? Le pregunté a una persona en cierta ocasión. La respuesta me dejó muy pensativo. «Porque es muy buena persona y al verlo me doy cuenta que me falta mucho para serlo yo»

«Quién encuentra un amigo, encuentra un tesoro» Afirma la escritura. Esos amigos “incómodos” que se vuelven sin querer una especie de “piedra en el zapato” son gemas preciosas del tesoro de la amistad. Están ahí, sin querer recriminarnos nada, simplemente demostrando su cariño pensando en nuestro beneficio. ¡Y pensar que en ocasiones los desechamos!

Objetivamente son un apoyo, subjetivamente nos “hacen” sentir mal.

¿Cuántos amigos incómodos tienes? ¿No valdría la pena volver agradecidamente a ellos? Ufff.

 

                                                                                                         José Luis Castañeda Lerma

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