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Líderes en formación de líderes desde 1992

Una frase coloquial que decimos con mucha frecuencia cuando queremos animar a alguien a que se esfuerce un poco más. Al autor, en lo personal, le suena un tanto hueca, pero confiesa que en algunas ocasiones la ha usado y que luego se queda pensando en su significado.

Hace poco más de una semana, noté a una persona un tanto dispersa en su trabajo; retomé el principio de que hiciera una sola cosa a la vez –que por cierto es eficacísimo- sin embargo se volvió a desenfocar, volví a la carga repasando algunas cosas y terminé diciéndole “tú échale ganas” la respuesta que me dio me dejó sorprendido “¿a qué?”.

Suponía que esa frase siempre era conclusiva, terminal, sin consecuencias. Me quedé callado. Al ver mi estupor me ayudó esta persona o enredó un poco más con otra pregunta: “¿Qué?”, lo que me llevó a entender que había disposición y también un poco de ignorancia hacia dónde dirigir sus esfuerzos. Le pedí cinco minutos para pensar.

Tuve que repasar que en ocasiones cuando pierdo el enfoque, normalmente traigo algún tipo de desorden, que hago algunos arreglos y todo me funciona. Me regresé a darle respuesta, pero antes contemplé el orden de su oficina y me di cuenta de que era todo un desorden. Le hablé de la virtud del orden, le dije la frase de “cuida el orden que el orden te cuidará a ti”, le ayudé a clasificar algunas cosas y esperé al día siguiente que podría suceder.

Sucedió, que efectivamente le puso entusiasmo a su desorden, encontró algunas cosas que tenía pendientes, las resolvió, una por una y vino a decirme: “le eché ganas al orden y estoy al día”. Se me vinieron a la mente una buena cantidad de cosas que decimos en los cursos, pero la que más me resonaba en la mente es aquella de que “la gente cuando actúa mal, lo hace más por ignorancia que por malicia”

Las frases como: tu conducta no es la adecuada; a ver si cambias un poco; cometes demasiados errores; o el simple “échale ganas” que nos ocupa, requieren de horizontes claros. Horizontes que pensamos que –por ser conocidos por nosotros- deben conocerlos ellos también. ¡Grave error!

Hace tiempo dando un curso en una de esas mega empresas de la localidad, se habló de la lealtad, del respeto y fortalecimiento de los vínculos que libremente adquirimos. Uno de los supervisores se salió y regresó hasta el final de la sesión a comentar que era casado, joven y “muy hombre” puesto que tenía a varias chicas de su empresa embarazadas y que a todas les “cumpliría” ya que era la manera que en su pueblo se usaba para demostrar la hombría. El instructor, a pesar de estar sorprendido por el número de embarazos, continúo escuchándolo: “eso que usted llama lealtad y la manera de explicarlo, me pegó muy fuerte y me salí a fumarme un cigarro y pensar un poco. “no SABÍA que estaba mal”.

Contra la ignorancia FORMACION, ¡qué razonable aquello de “dime los por qué, y yo encuentro los cómos” ¡cuantos mandos medios a los que les pedimos cosas, suponiendo que saben aquello que les pedimos y no tienen ni idea: trata mejor a tu personal; se más productivo; Te falta ser ordenado; necesitas cambiar. Aparentemente son frases que suponemos que creemos que a cualquiera deberían mover a la acción. Sin embargo, la experiencia nos dice que “lo que es obvio para mí, no necesariamente es obvio para los demás”

Las empresas “inteligentes” necesitan inteligencia en sus personas, requieren que se forme su personal. A base de “échale ganas” conseguiremos, de verdad, muy poco.

José Luis Castañeda Lerma

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