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Líderes en formación de líderes desde 1992

Sucedió en una sala de juntas como cualquiera de cualquier empresa.

Terminaba una reunión y alcancé a oír, a quien la dirigía, decir como punto final: “y recuerden solo puedo esperar de ustedes que hagan su mejor esfuerzo”. Salió motivado pero su gente no tanto.

Como era conocido nuestro, me atreví a decirle que no era la mejor manera de motivar a sus empleados. Afirmé que la verdadera motivación surge cuando se les dan objetivos desafiantes y específicos. Me atreví a recordarle que la motivación sale de cada uno y que esta se obtiene cuando se abren horizontes apetecibles.

Un trabajo nebuloso no motiva a nadie, una orden de que se saque el objetivo de producción es una meta poco motivante. Se requiere ser específicos y recordar –una vez más- “que lo que te motiva ti, no necesariamente motiva a los demás”.

Si le preguntamos a cualquiera ¿hiciste tu mejor esfuerzo” la respuesta será siempre que sé. Recordemos un poco a la selección nacional de fútbol al terminar los mundiales.

Sin embargo si se pregunta ¿hiciste lo que tenías que hacer?, la persona se vuelve más dubitativa y la respuesta no surge tan fácilmente. Y es lógico, porque esta pregunta nos lleva al logro de objetivos.

Ahora si quiere ser más específico y preguntamos ¿conseguiste tu objetivo de hoy? Nos llevaremos una sorpresa mayúscula al darnos cuenta que la mayor parte de la gente no sabe que responder.

Sin objetivos específicos y retadores, es difícil lograr motivación. Es lo específico de cada meta en sí mismo la que actúa como un estímulo interno. Demanda de los empleados lo que se tiene que hacer y cuánto esfuerzo hay que poner para lograrlo.

A veces pensamos que especificar una meta a nuestros empleados es redundante, es cuando hay que recordar el principio de Trout “lo que es obvio para ti, no es, necesariamente, obvio para los demás” Que el jefe tenga claros sus objetivos no es garantía que se transmitan naturalmente a su equipo, aunque ayuda.

A propósito de abrir horizontes y obviedades, me cuenta uno de ustedes que tenía una persona joven a la que le veía mucho potencial y que semana a semana, tenía que decirle que fuera más responsable, porque sus resultados no correspondían a las expectativas. Las cosas seguían igual. Me pidió por correo electrónico el guión de una charla que damos en un curso sobre esta virtud. Le llamó poco antes de la salida y estuvo, comentándole los puntos que se fijaban en dicho guión y la manera concreta de vivir la responsabilidad. Al terminar le comentó el joven: no sabía que todo eso era la responsabilidad. Al día siguiente comenzó a ver los cambios. Efectivamente damos por hecho que todos saben los horizontes que valen al pena, pero no.

Que cada quien se conozca un poco, no implica que se tienen los elementos para conocer a los demás …y menos sus motivos.

¡La dirección de personal no puede ser tan empírica!

Termino recordando lo que afirmaba sir Winston Churchill: “A mí no me importa que hagas tu mejor esfuerzo, me importa que hagas lo que se tiene que hacer!

José Luis Castañeda Lerma

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