logoP31

Líderes en formación de líderes desde 1992

Es frecuente encontrar gente que cuando se les pide su manera de pensar sobre alguna situación o persona comiencen diciendo «yo siento...», habría que preguntarles en que parte sienten lo que van a decir. Este lenguaje tan común nos lleva a una realidad muy grande: es difícil contemplar y profundizar en la realidad.

Las escuelas de negocios prestigiadas, Harvard, IPADE, IESE, Kellog etc. Dentro de la formación de los ejecutivos, tienen como sistema el análisis de casos, en donde a fuerza de costumbre, ayudan a sus alumnos a diferenciar metódicamente los hechos de las opiniones o por lo menos ayudarles a fundamentar sus opiniones con los hechos.

En pocas palabras les ayudan a ejercitarse en ver la realidad, a ser objetivos.

Aunque por ahí se afirma con fuerza que «no existe la realidad, sino lo que existe es la percepción», habría que preguntar entonces ¿la percepción de qué o de quién?. Ambas, realidad y percepción existen. Se pueden tener diferentes percepciones de una misma realidad, pero eso no determina la realidad en sí misma. Por ejemplo, contemplo mi escritorio y percibo orden, pero llega otra persona y percibe desorden. Los dos vemos lo mismo y se podrían enfrascar en una discusión al respecto –todas las discusiones tienen un gran fondo de diversidad en lo que se percibe-. Cuando se comienza, con apertura, a mirar lo que hay sobre mi mesa de trabajo, comenzamos a ver que hay objetos que no deberían estar en ella, por ejemplo un par de discos compactos, entonces mi percepción sobre el orden comienza a cambiar debido a esos hechos tan sencillos.

En el tema del liderazgo, el líder sabe que se enfrenta como cualquiera de nosotros, ante situaciones que debe diagnosticar. Este diagnóstico entre más apegado esté a la realidad, mejores resultados dará en la toma de decisiones. Si se parte de un diagnóstico falso, las decisiones comienzan a perder base.

Hasta ahora en los temas que se han visto, se hace mucho hincapié en determinar el «a dónde voy» y hemos visto que esto sirve de función y fuerza orientadora, pero también es importante el saber determinar el «dónde estoy» o en que estoy parado. En este donde estoy, toma importancia el binomio diagnóstico-objetividad, si no se quiere caer en un absurdo idealismo.

El líder tiene bien puestos los pies en la tierra y la cabeza en su objetivo; sabe que no basta el desearlo vehementemente, sino que debe analizar lo que tiene para conseguirlo. Por eso profundiza en la realidad que le rodea.

Se acepta que no se puede ser objetivo en todo y a todas horas, pero se afirma también que esa tendencia a buscar profundizar en la realidad diferencia a un líder de otro. En la actualidad nos encontramos a mucha gente que prefiere no ver la realidad, ni siquiera la propia, por una tendencia hacia lo superficial y como consecuencia a la dulce evasión.

El líder parte de la base que su percepción de la realidad puede no ser la mejor, pero se abre a profundizar y llegar más a fondo. Sabe que el criterio de certeza puede sustituirse por el criterio de evidencia. Partiendo de esta base, surge la conciliación, -conciliar percepciones- porque de alguna manera acepta que su inteligencia es limitada y que la realidad puede ser compleja.

Sabe que no puede modificar la realidad y querer que las cosas sean como a él gustaría que fueran –las cosas son como son- le teme a la subjetividad porque sabe que puede caer en el nefasto relativismo que hace perder piso a cualquiera o en su extremo el dogmatismo que se aferra que querer ver la realidad a su estilo.

Sabe pedir consejo porque no se fía de su propia percepción y sabe que dos cabezas piensan más que uno, a pesar de que cada cabeza es un mundo. Esto ayuda no solo a una verdadera aproximación a la realidad, sino que también forma en la recia virtud de la humildad.

El líder formado en la objetividad, sabe rectificar. Sabe ceder en su postura cuando le presentan datos y situaciones que no había visto. Tiene presente el refrán tan castizo «no soy río que no se puede volver atrás», pero no con actitudes de relativismo, en las que un día se piensa de una manera y se cambia sobre lo mismo al instante siguiente; sus cambios están basados en ese amor que siente por vivir en la realidad y que al descubrir cosas nuevas las acepta gustoso.

Sabe contar con el subjetivismo de los otros y conoce la manera de ayudarles en la profundización de la realidad.

En el trato con la gente descubre la riqueza inabarcable de lo que son y de lo que pueden llegar a ser. Es mesurado en las opiniones sobre personas, pues a pesar de que observa sus actitudes comprende que para conocerlos es necesario que se den a conocer ellos mismos, por lo que valora el diálogo como herramienta que permite el conocimiento del otro. Es confiado en su trato porque actúa sin prejuicios que son subjetivos.

Descubre que la seguridad en el actuar guarda una alta relación en la contemplación realista de las cosas y es en este descubrimiento en el que enseña a los demás a descubrir también que la objetividad, al amor a la verdad y el descubrimiento de la realidad sin prejuicios, les ayuda a ver la vida de otra manera, con lo que su grado de influencia crece sin medida.

En el conocimiento personal, reconoce y acepta lo que es él mismo y sus consecuencias. Como a cualquier ser humano le incomoda descubrir su defectos, pero termina por reconocerlos y aceptarlos y lo más importante luchar contra ellos. No evade su pasado, porque sabe que su presente se conforma de lo que ha vivido, pero la evasión queda de lado en la contemplación y la fuerza que le da aquello que quiere a futuro. Ese conocerse y aceptarse lo acerca a la autenticidad y ésta lo destaca, lo fortalece y lo prepara para un liderazgo eficaz.

José Luís Castañeda Lerma

###BLANK###