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Era uno de los consejos que se daban en la antigüedad y que quizá nunca como hoy sería necesario volver a retomar. La forma tan vertiginosa como se está moviendo todo en la actualidad hace resaltar la virtud de la prudencia como algo sumamente necesario. Algo que nos detenga a pensar y reflexionar sobre lo que sucede a nuestro alrededor para poder actuar con paso firme y seguro.

 

 

La precipitación en el obrar parece más adecuado ante tal velocidad, pero precisamente porque las cosas van tan rápido, nunca mejor el decir: «déjame pensarlo un minuto... o dos o los que sean necesarios»; «Déjame consultarlo un poco más»; «es todo tan precipitado que requiero de tiempo para su consideración» etc. Pareciera ser que el principio de «actúa y después reflexionas» es lo que nos caracteriza actualmente. Se antepone el actuar al pensar, pero en tiempos de crisis no se puede dar uno el lujo de la precipitación.

 

Cuando actuamos por rutina, por prejuicios o por seguir el modo de obrar de los demás, en pocas palabras sin ninguna finalidad en mente, nos lleva a otra característica de moda: lainconsideración. Por eso nos encontramos con esa mediocridad envolvente que se pega como chicle, que nos impide detenernos a pensar el motivo que origina nuestro movimiento.

 

Lo inconsideración nos lleva a la inconstancia, pues al no contemplar los fines y quedarnos entretenidos en los medios (mediocridad otra vez), hace que cambiemos de parecer de una manera vertiginosa a final de cuentas ¡da lo mismo pues no sabemos porque actuamos! La inconstancia surge también del no pensar antes de actuar, nos comprometemos sin pensar en consecuencias y cuando estas comienzan a darse vamos dejando las cosas a un lado.

 

Consecuentemente surge la negligencia que nos lleva a obrar sin atención ni cuidado y así vamos dando ramalazos, nos convertimos en «veletas» que se mueven hacia donde lleva el viento, y a mayor velocidad de éste mayor precipitación.

 

Estas características que se han mencionado: precipitación, inconsideración, inconstancia y negligencia, son cuatro vicios que se oponen a una de las virtudes más apreciadas, pero a la vez que menos se encuentra: la prudencia.

 

Una de las virtudes más necesarias cuando se tiene cargo de gobierno, llámese gerencia, dirección, supervisión es laPrudencia. En la antigüedad se decía: «si gobiernas, se prudente». Sin embargo es uno de los valores que más se confunde y que llevan a algunos a no hacer nada, escudándose precisamente en ella.

La prudencia se le define como: «aquella virtud que dirige nuestro entendimiento para que examine y elija lo que debe hacer y lo que debe evitar». Como se puede ver en la primera parte de la definición está de por medio el verbo examinar, como previo al actuar o dejar de hacerlo. Aquel famoso «Usted mátelo y después virigüe» que se atribuye a Pancho Villa, demuestra en la práctica la falta de prudencia en su más puro estado.

 

Platón llamaba a la Prudencia, en palabras muy actuales: «el chofer de las virtudes», el que las guía y lleva a feliz término, ¡Nada más ni nada menos! Otros autores la suelen nombrar «Ojo del alma» porque si se obra sin ella es como obrar a ciegas. «Timón del navío» sin el cual necesariamente se ha de perecer o naufragar. «Luz y antorcha de nuestra vida» que nos ilumina para no errar el camino.

 

En su ejercicio se distinguen 3 acciones:

 

• Deliberar: Examinar lo que se pretende hacer. Este examinar intenta distinguir si el acto que se desea realizar es bueno o malo, conveniente o nocivo y analizar los medios que se tienen para conseguirlo. Aquí entra el saberse aconsejar. «Cuatro ojos ven más que dos», «Quién pronto se determina, pronto se arrepiente», «Rápido y bueno, raras veces», etc.

 

• Decidir: Enjuiciar la aceptación o rechazo. Después de examinar los distintos medios quedarse con el más conveniente. «Elijo esto, porque es el más adecuado o el único posible. No es prudencia el eterno vacilar que todo lo deja en suspenso y sume a la persona en la incertidumbre, tampoco es prudente esperar, para decidir, la presencia de condiciones ideales.

 

• Ejecutar: Obrar de acuerdo a lo decidido. Quizá sea el más importante de los tres factores. La prudencia se asocia aquí a la fortaleza para hacer frente al desaliento ante las dificultades o los impedimentos es el momento en el que uno se revela como jefe o guía. Filipo afirmaba: «Es preferible un ejército de tímidos ciervos conducidos por un león, que uno de leones feroces conducido por un ciervo».

 

Como se puede observar el actuar precipitadamente es contrario a la prudencia. Uno puede pensar que ser prudentes implica lentitud por el proceso que se sigue. En algunos casos será necesario tomarse cierto tiempo y en otros no. Hay quienes aferrándose a una idea, la entierran y siguen custodiándola durante toda la vida, sin molestarse a pensar en cambiar o volver a replantearse las cosas.

 

Sin importar ser reiterativos vale la pena recalcar que la prudencia conlleva acción y va en contra del concepto erróneo de no actuar, ya que habla de obrar de acuerdo a lo decidido.

 

José Luis Castañeda L.