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Líderes en formación de líderes desde 1992

Vamos poniendo las cosas claras:

Cuando me ves preocupado, en silencio y poco comunicativo, es que traigo muchas cosas en la cabeza; no las ventilo porque pienso que puedo resolverlas yo solo y  muchas veces creo que no puedes ayudarme.

A veces me queda claro que vamos tras el mismo objetivo, pero en muchas ocasiones lo pierdo de vista. Yo entiendo que cuando me desoriento, te desoriento y desanimo, pero prefiero culparte que aceptarlo.

Por más que me lo quieran hacer ver, te veo como una persona incapaz de entender lo importante y quizá por eso, me apoyo poco en ti. Me has demostrado muchas veces tu capacidad para ayudarme, pero ¿Qué quieres que haga? No me es sencillo salirme de mi pedestal.

Sé que te hago daño cuando exploto; cuando en ocasiones te llamo la atención enfrente de otros, pero eso me hace sentir que quien sabe llevar las cosas soy yo.

Me cuesta ser empático contigo –en realidad con todo el mundo- pero me doy cuenta de esto que ya es ganancia. Debería entenderte un poco más.

Entiendo que tienes tus necesidades, que en ocasiones no llego a cubrir. Me conoces bien y sabes que cuando las manifiestas, las pienso un rato, pero luego les quito importancia.

En ocasiones, perdóname que te lo diga, te considero como “un mal necesario”, una especie de estorbo.

Me molesta que muchas de tus ideas sean mejores que las mías, en la búsqueda de los objetivos que nos planteamos. Por eso te suelo arrinconar, para que no brilles.

Me preocupan tus desánimos y sé que en ocasiones, soy yo el que los origina, pero  ¿qué le vamos a hacer? La vida me ha dado más cosas que a ti, más instrucción; más contacto social. Una vida más panorámica.

Es difícil solidarizarme contigo. Eres “tú y tus circunstancias” y aunque tengamos esta convivencia que no pedí, me cuesta trabajo tomarte en cuenta.

Así es, soy tu jefe y tú estás para obedecer.

¿Que mi liderazgo no es bueno? De que te preocupas, cuando las cosas salgan mal, será más fácil despedirte a ti que a mí. Así que deja de evaluarme bajo cuando haya que hacerlo.

¿Qué tan difícil es para ti, ser un “obediente hacedor de tareas”? De esta forma te cuestionarías menos lo que te pido, sea razonable o no. La empresa iría más rápido si lo hicieran, todos, de esta manera.

Te mandan a un curso, te sacan de la ignorancia y te vuelves incómodo.

Ya entiendo que para tu manera de pensar, todo lo anterior te sonará ridículo. Por eso te digo que no eres tú, soy yo el que impone las reglas en mi departamento; el que dice cómo se hacen las cosas y se buscan los objetivos; el que determina cuándo y cómo y por eso te vas ¡ya!.

El autor de esas ideas, abandonó la empresa semana y media después a instancias de su jefe al darse cuenta que no había entendido la importancia esencial del personal. Por no entender que a las personas no se les maneja, se les dirige.

Su colaborador al acompañarlo a la puerta de la empresa le comentó: “no eres tú, soy yo el que se queda en tu lugar.

José Luis Castañeda Lerma

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