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Líderes en formación de líderes desde 1992

Prender una computadora y poder ver a los seres queridos que se ponen enfrente de otra, se nos hace ya de lo más normal. Oír que hay guerra en el oriente medio y que se matan por decenas nos llama la atención brevemente pero parece lógico.

Hablar de Internet, de velocidad de transmisión, son temas que a pesar de que no los comprendemos del todo, se nos hacen normales.

La fecundación in vitro, la clonación, el mapa del genoma humano y las consecuencias de todo este cúmulo de novedades científicas, que llegan inclusive a no asimilarse a veces, ya no nos asombran.

¡Asombrémonos!: ¡ya no nos asombramos!

Vamos perdiendo poco a poco esa capacidad que genera de una manera tan directa a la creatividad: el asombro.

El asombro tiene por consecuencia el que nos preguntemos el por qué de las cosas. A veces se encuentran respuestas y a veces no. Pero hay cuestionamientos. Estos cuestionamientos nos permiten tratar de encontrar la verdad o esencia de las cosas y de las personas, nos permite profundizar en lo que sucede a nuestro alrededor. Nos permite descubrir la bondad o maldad de los actos humanos, nos permite –a final de cuentas- el conocernos y comprendernos un poco más.

La pérdida del asombro nos lleva a vivir de una manera superficial, contemplando sí, pero sin tomar parte activa, se pierde consecuentemente la creatividad.

Uno de los éxitos de los grandes líderes es que no han perdido esa capacidad de asombro, que les permite conocer mejor su entorno. A veces en el trato con los colaboradores suceden conductas que si nos sorprendieran, encontraríamos las raíces de algunos comportamientos que afectan a la empresa. La rebeldía, por ejemplo, es algo que en ocasiones disculpamos diciendo «es que así es la gente» y no nos sorprendemos. Si lo hiciéramos, encontraríamos respuestas como las siguientes: los comportamientos son individuales y detrás de cada rebeldía hay una razón por descubrir y corregir y en algunas ocasiones las propiciamos con nuestro propio comportamiento.

La mediocridad y la pérdida del asombro van de la mano, porque la primera es una falta de profundización ya que pasan cosas por nuestras vidas y no nos detenemos a reflexionarlas.

Que este principio de año o milenio nos sorprenda un poco, para que nos detengamos a pensar que el tiempo pasa sorprendentemente inadvertido, como para no detenernos un poco a profundizar en su importancia.

Podríamos entender a Paulino –profesor de filosofía- que les gritaba a sus alumnos: ¡No me pierdan la capacidad de asombro!

José Luís Castañeda Lerma

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