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Líderes en formación de líderes desde 1992

Omar, un alumno de Sícap, me comentaba en una sesión de coaching, que tenía problemas para concentrarse en su trabajo y que además es muy explosivo y un tanto irritable. Le añadía a esta lista el que por lo general era muy desordenado.

Seguimos platicando de su trabajo y en un momento, un tanto motivado, afirmó: “A partir de mañana voy a exigirme en el orden y en lo explosivo”.

Pregunté un tanto asombrado: ¿Qué piensas hacer? Y me contestó “Ser ordenado y tranquilo”.

Comenté de una manera muy tranquila: “Mañana voy a ir a concursar en levantamiento de pesas y voy a ganar el torneo”.

Me miró asombrado y me preguntó: “¿vas al gimnasio a entrenar? No sabía”.

Más sorprendido se quedó cuando le comenté que llevo una vida un tanto sedentaria y que jamás he levantado ninguna pesa. Obviamente que se rió y me dijo: “a ver si no te da un infarto. Creo que eres muy poco realista”.

Con cierto tono de ingenuidad le dije: “Mira tengo toda la voluntad de hacerlo. ¿Qué te hace pensar que no lo logre?

Me respondió de inmediato: “Tu falta de entrenamiento y de condición. ¡Será un fracaso total! ¿Por qué no te lo propones para el año que entra y mientras comienzas con acondicionamiento paulatino y entrenamiento ligero con las pesas?

Tiene razón, los cambios personales, a no ser que Dios nos dé una gracia especialísima, requieren de “entrenamiento”. La voluntad si no está educada, jamás logrará cosas importantes.

Omar se daba cuenta que en su vida y trabajo necesitaba adquirir, concentración, mesura y orden. Le estaban trayendo muchos problemas. Pero el cambio no era de un día para otro. Requería entrenamiento. La voluntad se va fortaleciendo a golpes de pequeñas exigencias y vencimientos.

Al entender esto a continuación te describo el “plan” que ayudé a diseñar:

 Dejar, por la mañana la toalla en su sitio

Cada disco compacto que oiga en el carro, guardarlo al terminarlo de oír

No levantar la voz en la casa por la mañana, pase lo que pase

Saludar a Mariana, que trabaja con él y que suele sacarle de sus casillas

Quitar de su escritorio todo lo que no vaya a usar, tan pronto llegue al trabajo

Escuchar, con paciencia a por lo menos un empleado diferente todos los días

Ver el correo electrónico solamente cinco veces al día

Comentó que este plan, iba a ser muy sencillo de realizar. Le animé a llevarlo a cabo, precisamente por ser sencillo.

Al cabo de una semana, me comentaba un tanto apenado que el punto tres, seis y siete no le habían salido tan bien, pero que lo de recoger la toalla ya funcionaba y que además dejaba la ropa en su lugar y llevaba los trastos que usaba en el desayuno al lavavajillas. Comentó, entre otros logros, que Mariana, no era tan desagradable como pensaba.

Poco a poco fue logrando no solamente los siete puntos, sino que conforme se hacían costumbre, ponía otras exigencias nuevas a su lista que creció de siete a diez puntos.

Me comentaba muy contento: “solamente con cosas concretas y que parecen pequeñeces, he entendido que se puede educar a la voluntad. Querer cambios grandes requieren exigencias pequeñas”

Me recordó a ciertas personas que se proponen “a partir de mañana voy a leer un libro al mes, porque no tengo la costumbre y lo necesito”. Suelo comentarles: ¿por qué no te propones leer cinco minutos diarios a la misma hora y en el mismo lugar? Siempre dicen que es muy sencillo y al final se dan cuenta que al comienzo los cinco minutos les parecen interminables, pero una vez que perseveran en esta exigencia comienzan  a obtener un hábito de lectura que ellos mismos se quedan sorprendidos.

Sí, luchar con grandes cosas puede ser que nos anime; no hay que olvidar que conseguir lo que nos proponemos está basado en vencer en pequeñas y aparentes batallas insignificantes.

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