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Normalmente conocemos y manejamos la frase “dar el beneficio de la duda”, que consiste en no emitir un juicio sobre una persona o acción, dando un poco de tiempo para que se aclare la situación. Por ejemplo: alguien afirma que Juan da la impresión de que ha bajado su rendimiento en el trabajo a propósito; conceder el beneficio de la duda a Juan consistiría en no afirmar que lo hace voluntariamente.

Podría parecer que el título de este boletín está equivocado, pero no, con todo propósito queremos manejar el término “culpa”. Veremos que normalmente se aplicará en primera persona.

Ejemplo: el gerente y un colaborador discuten sobre un error que detecta control de calidad. El gerente culpa al colaborador, el colaborador asegura que las cosas se hicieron de acuerdo a lo visto en la última junta y de acuerdo, también, a las determinaciones del gerente en esa junta.

La discusión, si se quiere saber lo que realmente sucedió, se puede prolongar indefinidamente o terminarla rápidamente por parte del gerente, usando argumentos de poder.

El colaborador propone que se concedan ambos el beneficio de la culpa, esto es que ambos acepten ser culpables, que lo analicen desde esta perspectiva y que se vuelvan a reunir. El gerente acepta esta novedosa salida.

Ambos revisan lo que hicieron. El gerente pide la minuta de la junta y se da cuenta que efectivamente el dio esas órdenes. ¡Uff! ¡Como le va a costar aceptarlo!, pero deduce de esta situación, que se ha precipitado, que en esa junta ya estaba cansado y que no le puso mucha atención a lo que dijo. A partir de ahora pondrá más cuidado en lo que dice o determina.

El colaborador por su parte, rastrea todo y se da cuenta que se ha hecho de acuerdo al procedimiento, revisa también la minuta de la junta y se da cuenta que esta ocasión, tuvo razón.

Ambas acciones de revisión se dieron porque ambos aceptaron el beneficio de la culpa.

Normalmente en situaciones de enfrentamiento, nadie quiere salir culpable, ¡qué difícil es aceptar los errores! Sin embargo, cuando se acepta la posibilidad de que el error lo hayamos cometido nosotros, ¡cuántas cosas se pueden aprender!

Concederse el beneficio de la culpa, consigue en primer lugar que las situaciones acaloradas se tranquilicen ya que uno abandona la pelea o discusión, para permitirse, volver a analizar las cosas como si realmente tuviera la culpa –en ocasiones encontraremos que sí-  y se repasa con objetividad todo lo sucedido, con calma y con la cabeza fría.

El adjetivo “beneficio” lo utilizamos, porque nos lleva a replantear una determinada situación y posiblemente encontrar actitudes, acciones o maneras de ser que debemos mejorar. Sí, concedernos el beneficio de la culpa, nos hace crecer, por lo menos en humildad al aceptar que posiblemente estemos equivocados.

Y si después del análisis objetivo nos damos cuenta que el error no es nuestro, nos permite retomar las posibles discusiones de una manera más serena, buscando no apabullar al otro.

Sí efectivamente, los culpables somos nosotros, nos llevará a pedir disculpas, a mejorar en nuestro análisis, a ser menos temperamentales, a profundizar en nuestras acciones… a crecer como personas.

¿Te das cuenta porque usamos la palabra  beneficio?

                                                 José Luis Castañeda Lerma