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Poco falta para que se termine este año. Estás saliendo, apenas, de la vorágine de la Navidad y todo lo que la rodea, y ahora, como todos los años, quizá, te surgirá el deseo de mejora que inspiran estos días.

Te darás tiempo para revisar lo que te propusiste el año pasado por estas fechas; si no hubo propósitos para el año que termina, seguramente querrás hacer para este año que comienza.

Oirás a tus amigos y conocidos comentando que a partir del día primero: comenzarán una dieta, irán al gimnasio, leerán algún libro, aprenderán algo nuevo, terminarán cosas que dejaron comenzadas, mejorarán relaciones, se acercarán más a Dios. Etc. Posiblemente sentirás que ese coro de propósitos lo vienes oyendo año con año cantado por las mismas personas y quizá te incluyas.

En el fondo de que los propósitos fallen, está en la falta de hábitos y rutinas, ni más ni menos.

Recordarás quizá una cita que se le atribuye a Aristóteles: “Somos lo que hacemos repetidamente: La excelencia no es un acto sino un hábito”. Un hábito es aquello que hacemos diariamente sin pensarlo conscientemente. La mayoría de nuestras acciones, decisiones y comportamientos diarios son hábitos. Son cosas que hacemos todos los días de una manera inconsciente.

Cuando en tu hacer diario, encuentras que pierdes tiempo para encontrar las llaves, es que no te has habituado a dejarlas en un mismo sitio. Se dejan donde sea y por eso cuesta encontrarlas.

Conseguir hábitos, lograr propósitos, requiere repetición, rutina.

Hacer ejercicio, por ejemplo, requiere primero ponerte un horario, crear una rutina alrededor de este y luego ser consciente de que “Roma no se hizo en un día”, pero diariamente se ponían ladrillos.

Habrá que comenzar con una rutina que comience con quizá cinco minutos de ejercicio -ya sabemos que pagaste mucho al gimnasio para solo usarlo cinco minutos- pero el chiste que comiences a la misma hora con la misma rutina. No harás músculos si quieres comenzar con rutinas difíciles, te cansarás y dejaras de ir rápidamente.

La idea es comenzar con algo tan pequeño que no puedas decir que no.

Las dietas: Es comprensible que después de las fiestas requieras de deshacerte de algunos kilitos. Para entender la importancia de los hábitos pregúntate ¿estos kilos de más se adquirieron en un solo día? La respuesta es obvia y es no. Fue comenzar a comer fuera de tu rutina normal. Se comenzó a hacer hábito y aparece el sobrepeso.

Ahora se requiere ir a la inversa: No pretendas bajar en un día lo que subiste en más tiempo. Las dietas milagrosas no generan hábitos. Lo que hay que hacer es ser consciente y comenzar a comer un poco menos de lo que estás ya acostumbrado. No se trata de dejar de comer, sino de cambiar tus rutinas alimenticias poco a poco, te recuerdo lo escrito párrafos arriba: comienza con algo tan pequeño que no puedas decir no.

Decíamos párrafos arriba que “Roma no se hizo en un día” y que se construyó ladrillo a ladrillo. Esto quiere decir que no tienes que construir todo hoy, se comienza poniendo el primer ladrillo, cada acción que realices para conseguir o desarraigar un hábito es un paso para lograr los propósitos que te propongas.

Hay personas que afirman que el hábito se consigue en 21 días otros que en 66. Tú no abandones lo que comiences e independientemente de los días te irás dando cuenta que lo irás logrando.

Termino dejándote esta reflexión de Josemaría Escrivá:

¿Has visto cómo levantaron aquel edificio de grandeza imponente? —Un ladrillo, y otro. Miles. Pero, uno a uno. —Y sacos de cemento, uno a uno. Y sillares, que suponen poco, ante la mole del conjunto. —Y trozos de hierro. —Y obreros que trabajan, día a día, las mismas horas...

  ¿Viste cómo alzaron aquel edificio de grandeza imponente?... —¡A fuerza de cosas pequeñas!

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José Luis Castañeda Lerma